INTRODUCCIÓN
Descubrir, conocer y abrir la mente a nuevas experiencias son tres pilares fundamentales a la hora de explorar los millones de rincones que ofrece el Arte a aquellos que desean penetrar en sus extensos dominios. Cuando es la provincia del Arte presente la que se está recorriendo, cobran todavía más fuerza dichos pilares, primero porque los artistas que regentan sus miles de municipios están vivos y, por tanto, podemos ser testigos de sus diversas etapas en tiempo real; y segundo, porque los espacios en los que exponen, si bien suelen responder a ámbitos ya tradicionales, como museos, galerías o ferias, a veces nos sacan de esa especie de zona de confort para sorprendernos. Es así como un lugar aparentemente desligado del Arte y la cultura como un hotel capta nuestra atención desde el primer momento.
Recibimos el pasado jueves 20 de febrero una invitación para asistir a la inauguración de una exposición que se iba a celebrar el martes 25 de febrero a las 19 horas. Como nos informaba la redactora del correo, Marta Gámez, su cliente trabaja en la cadena VP Hoteles, que cuenta con establecimientos hoteleros de tres y cuatro estrellas en diversos puntos estratégicos de Madrid, así como el VP Plaza España Design, de cinco estrellas. Dicho cliente había organizado una exposición en uno de esos hoteles, el VP SOGNIO Metropolitano, a escasos minutos de la parada de metro de Cuatro Caminos, en sentido a la avenida de la Reina Victoria.
“¿Una exposición en un hotel? Es algo novedoso”, nos decíamos yo y mi inestimable compañera de eventos artísticos Alba Jiménez, a la cual le he dado bastante poco crédito en pasadas ocasiones, pero esta vez eso no volverá a ocurrir, ya que esta vez fuimos los dos juntos en calidad no solo de buenos amigos, sino de compañeros redactores, pues desde el lunes es ya parte del equipo de La Cámara del Arte, así que invitados estáis a leer sus artículos. En el trayecto desde el sur hasta el centro madrileño, fuimos intercambiando estos pensamientos e investigando un poco a los artistas que iban a protagonizar la velada, y una vez llegamos al hotel y cruzamos sus puertas, supimos desde la recepción que nos aguardaba una experiencia única y nutritiva como ninguna otra anterior que hubiéramos cubierto.
Nos sentimos desde el minuto uno muy bien acogidos por el personal del hotel, que nos indicó amablemente que la exposición se celebraba en la entreplanta, a donde nos dirigimos casi inmediatamente, no sin antes apreciar de cerca algunas de las obras expuestas en el vestíbulo, pertenecientes a la colección privada de VP Hoteles (¿cuántos hoteles conocéis que tengan en su haber una colección de Arte contemporáneo?). Ya subidos en el ascensor, estábamos un paso más cerca de nuestro destino, y nada más abrirse las puertas y salir, un grupo de personas nos recibió con gran amabilidad. Fuimos entonces dirigidos a la sala expositiva por un miembro del equipo, Mario, quien nos explicó la historia del hotel y la vocación artística que hace de VP Hoteles único en su categoría.

EL CONCEPTO DE “LUJO ACOGEDOR” (WELCOMING LUXURY)
El VP SOGNIO Metropolitano inició su andadura hace relativamente poco, a finales de 2024, ya que previamente era un cine. Una vez adquirido el espacio, la práctica totalidad de los elementos arquitectónicos fueron reaprovechados con pocos cambios, adaptándose estos a las nuevas necesidades. Tanto si te hospedas como cliente en una de sus 102 habitaciones como si deseas visitar su colección privada y exposiciones temporales, te vas a encontrar con la idea del “lujo acogedor” (welcoming luxury), una política de VP Hoteles según la cual, como ellos mismos expresan, “el lujo no se mide en estrellas, sino experiencias que trascienden las expectativas convencionales”.
De esta manera, y siguiendo sus palabras nuevamente, el verdadero lujo “reside en los detalles”, en hacer que el huésped o el espectador, en cada nueva visita a las instalaciones, sea gratamente sorprendido con los servicios que se le ofertan. Y qué duda cabe de que vivir una experiencia estética en un hotel es, como ya especulábamos antes de entrar al recinto, algo completamente original e innovadora, una forma de experimentar y vivir el Arte contemporáneo bajo un prisma sorpresivo que saca a los visitantes tradicionales de las narrativas artísticas convencionales.
LA EXPOSICIÓN PUNTO & ARTE Y LOS VP HOTEL&ARTS AWARDS
Bajo esta premisa de ofrecer un “lujo acogedor” que diferencia a VP Hoteles de otras empresas hoteleras, se convocó el primer certamen de los VP Hotel&Arts Awards, del cual esperamos que sea el primero de muchos, ya que, insistimos, se trata de una iniciativa que casi podríamos denominar pionera en España. Este concurso constituye una gran oportunidad para dar a conocer a artistas emergentes o con cierta trayectoria de nuestra escena a un mayor público, además de que las obras ganadoras pasan a formar parte de la nutrida colección privada de VP Hoteles.
Convocado el certamen, encuadrado bajo la temática del “Diálogo entre la Naturaleza y el Hombre a través del Arte”, se presentan un total de 269 candidatos a las tres categorías: pintura, escultura y fotografía. Tras una serie de fallos del jurado a lo largo de varias fases, se comunican los tres ganadores antes de Navidad, que se llevan su merecido premio, y dos accésits por categoría, si bien en el apartado de pintura hay hasta cuatro, ya que dos se destinan exclusivamente a los jóvenes talentos. Los tres ganadores, además de ganar un premio en metálico, se convierten en los protagonistas de una exposición con la que culminar el certamen por todo lo alto, comisariada por el célebre Óscar García García, director de ferias de Arte contemporáneo de renombre como JUSTMAD y JUSTLX y fundador de la Plataforma de Arte Contemporáneo (PAC). Un gran honor, en resumidas cuentas.
Esta exposición, intitulada “Punto & Arte”, se adapta a una sala modulable en caso de necesidad por el aforo, aunque la inauguración fue más bien un petit comité que nos dio un poco de holgura a la hora de movernos y documentar el evento fotográfica y videográficamente. La velada se hizo todavía más amena y disfrutable con una copa de buen vino, tinto en mi caso y blanco en el de mi querida amiga y compañera Alba, exquisita bebida que, por otro lado, se volvió un pequeño obstáculo a la hora de generar el material deseado para compartirlo en redes. Cosas que pasan.

Mientras se iba llenando la sala y se acercaba el momento de que tanto el comisario como los artistas pronunciaran su breve discurso de presentación, Alba y servidor nos dimos un par de vueltas por la estancia, que con motivo de la exhibición se había compartimentado en dos “metaestructuras” reticulares de madera que permiten observar las obras desde un ángulo que casi nunca vemos en museos, galerías y fundaciones: el reverso. No solo se le da al espectador la oportunidad de contemplar las obras a la manera tradicional, sino que también se le abre la vía para darles la vuelta por completo y así observar sus bastidores.
Ya analizado y estudiado tanto el espacio como las obras expuestas en él, así como efectuadas las correspondientes tareas de documentación audiovisual, nos disponíamos a acercarnos a cada artista para hacerles una foto junto a su obra y llevar a cabo una entrevista exprés. Justo al manifestar ese objetivo a nuestra invitadora, Marta, se pide silencio en la sala, ya que el comisario y los artistas de “Punto & Arte” están a punto de dedicarnos unas palabras en primicia. Con libreta y boli en mano, tomé nota de todo lo que pude, y esos apuntes, junto con las propias palabras de los artistas y la información de sus páginas web y cuentas de Instagram, es lo que voy a transmitiros a todos vosotros. Si lo que estoy por narraros os convence a seguir indagando en sus trayectorias, la exposición seguirá disponible hasta mañana, día 2 de marzo.
LOS PROTAGONISTAS DE LA VELADA
LOS “PAISAJES VIRTUALIZADOS” DE JULIO SARRAMIÁN

Quien se alzó con el premio en la categoría de pintura fue el logroñés Julio Sarramián, actualmente activo en Madrid, y que ha abordado a lo largo de toda su carrera hasta hoy el tema que vertebra “Punto & Arte”: la percepción del paisaje bajo diferentes ópticas, desde la filosofía y la sociedad hasta la tecnociencia. Es en esa precisa perspectiva de la era digital desde la que aborda los cuadros que muestra en la exposición, pertenecientes a su serie “Dimensión fractal”, en la que estuvo trabajando desde 2018 hasta 2021. En ella, Julio combina tradición y modernidad con un rigor analítico y un detallismo solo apreciable al acercarnos a los lienzos.
Desde sus tempranas fases, Sarramián ha abordado en sus obras la relectura del paisaje desde un terreno interdisciplinar que le permita tanto a él como a su público reflexionar sobre el significado que tiene dicho concepto de paisaje en los tiempos que corren. Tomando como base de sus actuaciones la pintura, Julio lleva décadas con una prolongada investigación acerca de las herramientas digitales de la era tecnológica y su impacto en la visión que ofrecen del paisaje físico, jugando así con una serie de recursos que le han llevado a lo que denomina “virtualización del paisaje”, y aquí radican las claves interpretativas necesarias para comprender su producción.

En la lejanía, series como “Naturaleza hiper-transfronteriza”, “Dimensión fractal” o “Glitchland”, en la que se halla trabajando al momento de redacción de este artículo, el resultado plástico semeja una imagen generada por ordenador mediante sofisticados programas informáticos, mas es en la cercanía cuando nuestros ojos desmienten que se trate de un producto digital. Personalmente, al captar esto me acordé de los gradientes con colores flúor de Francisco Javier Nieto que abordé en un artículo anterior, con motivo de su exposición “Campos en expansión” de la galería The White Lab. Es la mirada del espectador la que, en ambas ocasiones, se percata en la minuciosa inspección de los detalles de que la mano del artista no ha desaparecido; como él mismo nos señala, se trata de un trampantojo.
Ahora bien, aun estando en lontananza, uno puede percibir en los valores plástico-estéticos la pericia y pensamiento de un artista humano. Julio Sarramián, docto en explorar nuestras relaciones con el paisaje y su constante redefinición, utiliza como referencia para los cuadros de “Dimensión fractal” elementos de la realidad tangible, especialmente montañas, y partiendo de una visión romántica del paisaje, dotada de ese aura de sublimidad tan presente en artistas como Friedrich, aplica una serie de motivos tecnocientíficos que lo transforman, quedando con ello unas construcciones “semiinventadas” o, si se quiere ver desde la otra cara de la moneda, “semireales”.
Desde el plano compositivo, un primer elemento que nos indica que no estamos ante un paisaje convencional es el fondo negro, mediante el cual el pintor sitúa al elemento extractado de la realidad en un espacio vacío, que no es ni existe, un “no lugar”, quedando aquel suspendido en una especie de dimensión alternativa, abstracta e intangible. El empleo de estos fondos negros lo podemos rastrear ya en una serie anterior, “Geoformas artificiales”, que constituye a su vez un poderoso precedente de “Dimensión fractal” en otros sentidos, ya que en aquellos años estaba estudiando a fondo la visión del paisaje como objeto racional y científico a través de modelos virtuales.

Otro recurso que nos habla de las interferencias del lenguaje digital en el paisaje real son los llamados glitches, término anglosajón muy difundido entre las nuevas generaciones, quienes han crecido en su mayoría bajo el influjo de los dispositivos electrónicos, desde los móviles hasta las consolas de videojuegos. Los usuarios de estos últimos están mucho más familiarizados con dicha palabra, ya que se usa para definir aquellos errores de lectura que dan lugar a deformaciones visuales que, por lo general, no afectan al rendimiento y funcionabilidad. En este caso, el glitch se expresa en forma de finas bandas superpuestas desplegadas en columna que, al estilo de un código de barras, descomponen la paleta cromática del lienzo y hacen completamente ilegible una parte del paisaje, entrando en tensión con él.
En cuanto a la parte del paisaje que hasta ahora hemos venido denominando real, lo cierto es que este lo es solo en apariencia, ya que las representaciones paisajísticas de “Dimensión Fractal” y otras series tienen generalmente como matriz inspiradora modelos 3D y lo que se llama Modelos Digitales del Terreno (MDT), ambas estructuras digitales compuestas de miles y millones de datos numéricos que la computadora traduce a datos visuales. No obstante, en ocasiones no vemos la última capa del proceso de renderizado, mostrándonos en su lugar una malla vectorial de líneas blancas que ondula sobre el fondo neutro.

Es en el apartado de los colores precisamente donde reside otro de los grandes pilares que construyen la identidad de esta serie de obras, ya que Julio Sarramián se muestra a través de sus paletas como un virtuoso de las tonalidades con una sensibilidad cromática capaz de dar con la mezcla adecuada en cada rincón del lino. Aunando la tradicional técnica del óleo con pintura sintética, el logroñés despliega en la totalidad del lienzo una maestría con los pinceles y demás herramientas que es la que posibilita en buena medida ese efecto de trampantojo que comentábamos hace un rato: hasta que uno no se acerca a buscar el rastro del pincel o hallar las pequeñas imperfecciones de la tela y los pigmentos, de lejos podría pensarse que son imágenes generadas por ordenador.
Pero ya no hay duda de que estamos ante “paisajes virtualizados”, filtrados por el lenguaje programático de la computadora, que convierte la imagen real que tenemos asociada a la naturaleza en complejas series de macrodatos que, aunque más eficientes que el ser humano, también cometen errores o glitches. En el campo del color, su máxima representación son los desfases tonales, que suelen deberse la mayor parte de las veces a problemas en el hardware, concretamente del monitor, que altera la paleta estándar en que está configurada la pantalla; así, algunos cuadros son monitores defectuosos que cuentan en su superficie con bandas donde la gama principal se desnaturaliza abruptamente, rompiéndose el equilibro cromático.

En los casos particulares de Dimensión fractal 11 y Dimensión fractal 13, Sarramián emplea otro motivo con el que, literal y compositivamente, genera un par de capas adicionales. Desde el límite inferior al superior, una serie de formas trapezoidales trazadas en perspectiva y superpuestas en altura interactúan con el negro fondo y se intersecan con el paisaje propiamente dicho, cuyo cromatismo modifican notoria y progresivamente. Es en las paletas de estas capas, que como más de uno habrá notado emulan el famoso icono informático, donde más luce la sensibilidad cromática del pintor, que tras varias horas e incluso jornadas enteras buscando las mezclas correspondientes, finalmente supo dar con ellas y aplicarlas meticulosamente en los sitios a los que estaban destinadas.

El análisis y reflexión en torno a la técnica, estilo y pensamiento de la obra de Julio Sarramián, y de su serie “Dimensión fractal” en particular, podría ser perfectamente objeto de su propio artículo, frase que repetimos un par de ocasiones cuando abordamos el evento de Art Battalion VIII, y será dicha las veces que sean necesarias si con ello se hace justicia al artista del que estamos hablando. Las lecturas que se le pueden aplicar a los “metapaisajes” del pintor logroñés van a seguir acaparando la prensa y bibliografía especializada por mucho tiempo, ya que la riqueza de significados que transmiten estas pinturas es harto considerable. Quedémonos con la imagen de un artista feliz por haber obtenido tal reconocimiento a su obra, que quedó gratamente sorprendido por ganar el premio de su categoría y que, esperemos, nos siga replanteando nuestra relación con la naturaleza.

LA OPRESIÓN TECNOLÓGICA EN JORGE ISLA

En la categoría de escultura, el jurado, tras una pausada deliberación, decidió otorgar el premio al artista oscense Jorge Isla, que en este momento reside en Bilbao, y cuya actividad artística se remonta, por lo menos, al año 2015, cuando concluyó el máster en Producción Artística por la Universidad Politécnica de Valencia. Si bien el premio lo recibió por su propuesta escultórica, Isla no solo destaca en esta disciplina, sino que también ha concebido proyectos de videoarte y fotografía, no en vano su segundo máster es de Fotografía y Proyectos Profesionales, el cual terminó de cursar en 2017 por la Escuela Lens de Artes Visuales de Madrid.
Con esta formación a sus espaldas, desde 2015 hasta ver cómo algunas de sus obras se integran la colección privada de VP Hoteles, ha celebrado numerosas exposiciones individuales y colectivas y recibido numerosos galardones como reconocimiento a su labor artística, focalizada en el análisis crítico de la sociedad de consumo inherente al sistema capitalista. Bajo este paraguas general hemos de acercarnos a las obras de las dos series que fueron elegidas para ser expuestas en “Punto & Arte”: “Still Life” y “Le Reflet”, la primera datada por primera vez en 2019 y la segunda a partir de 2021. Ambas nos llevan a tomar muy en consideración la importancia del reciclaje de los productos tecnológicos, especialmente los móviles, cuyo impacto en la cultura y sociedad actuales es imparable y cada vez mayor.

Jorge Isla rescata aquellos teléfonos cuyas pantallas están rotas de diversas tiendas de reparación y los ensambla en forma de esculturas, elevando por tanto los desechos del mundo contemporáneo a la categoría de Arte; en esencia, estamos ante ready-mades, objetos encontrados que el artista convierte en objetos artísticos, como ya hiciera Marcel Duchamp con La fuente. En el caso concreto de la serie “Still Life”, esas pantallas fragmentadas quedan aprisionadas por un sargento, herramienta que, a su vez, es otro objet trouvé, ya que Jorge tomó dichos sargentos de un carpintero que, por circunstancias adversas, tuvo que cerrar su negocio.
Los móviles, símbolo por excelencia de la tecnología digital y a cuyo control resulta ya casi imposible escapar, han perdido su esencia y funcionamiento una vez que se han roto, las pantallas que durante un tiempo almacenaron momentos de nuestra vida se recontextualizan y pasan a convertirse en elementos constreñidos por un sargento que representa la tecnología manual. Esto tiene varias capas de significado: por un lado, los móviles son un trasunto de la sociedad, oprimida por la tecnología y el capitalismo, pero también puede ser esta obra vista como una metáfora del ser humano como salvador de su propia alienación, ya que uno de sus inventos, el sargento, es quien logra poner freno a la peligrosa esclavización de otra de sus creaciones, el móvil.
Como su propio nombre indica, “Still Life” acoge en su seno una serie de obras que pueden entenderse, en base a lo anteriormente explicado, como bodegones electrónicos, como naturalezas muertas de la era digital que, en sus tiempos de vida, subordinan al ser humano moderno a un apego y dependencia rayanos muchas veces en lo vital, afectando gravemente a su persona, actitud y mente. La suma de objetos encontrados unidos por Jorge Isla en su taller de “arqueología tecnológica” o “chatarrería futurista”, como así lo definió el comisario y crítico de Arte Fernando Gómez de la Cuesta, da como resultado un bodegón que especula la imagen de una sociedad contaminante destinada a perderse en la identidad cibernética.
Esto nos lleva a su otra serie presentada en la exposición, “Le Reflet”, que, partiendo del mismo núcleo, las pantallas rotas de los móviles, y procediendo bajo ese abanico de la crítica a los modos de actuación de la sociedad consumista, transmite un mensaje de reflexión en los dos sentidos de la palabra. Primero, porque el conglomerado de pantallas induce al espectador a reflexionar sobre su verdadera imagen a través de un espejo roto que antaño generó una imagen distorsionada de un ser humano para nosotros desconocido. Y segundo, porque, precisamente, esa imagen proyecta una reflexión o reflejo de nosotros mismos sin ninguna clase de filtro o alter ego, una vez que dichas pantallas dejan de prestar el servicio para el que se diseñaron se convierten en meras superficies especulares.

Al igual que las pinturas de “Dimensión fractal” de Julio Sarramián, en la lejanía el ensamblaje de los móviles con sus pantallas craqueladas genera una imagen semejante a la del mármol negro, y esta impresión, captada tanto por mí como por mi compañera, se vio confirmada por las propias palabras introductorias del escultor, quien nos aclaró en la pequeña entrevista, además, que el resultado no fue algo premeditado, sino fruto de la casualidad. Este mosaico de cristales fragmentados se monta sobre un panel de dibond, un compuesto formado por dos finas láminas de aluminio entre las que va un grueso núcleo de polietileno, teniendo así más dureza y resistencia que un móvil de última generación, frágil en lo físico, mas tenaz en lo abstracto.

Este patchwork de móviles disfuncionales, por tanto, actúa como lo que el título ya nos indica de antemano, como el reflejo de un capítulo oscuro de la sociedad contemporánea, un espejo negro cuajado de fisuras y agujeros que truncaron la vida útil del aparato e hicieron reflexionar a su usuario original, o quizás no, simplemente procedió a comprarse otro móvil y a seguir perdiendo su independencia y su yo en el maremágnum de las redes sociales. Reflexionemos, pues, nosotros, sobre los efectos adversos del uso prolongado de la telefonía móvil en nuestro día a día, parémonos un momento ante el black mirror de Jorge Isla y pensemos si realmente deseamos que nuestra verdadera identidad se pierda en el falso reflejo del universo digital. La vida de una persona y un móvil son limitadas, pero la imagen que proyectamos en la red tiene como fin perpetuarse ad infinitum.
ANTONIO GUERRA Y LAS CAPAS DEL ENTORNO

Debemos continuar nuestro trayecto con el ganador de la categoría de fotografía, el zamorano Antonio Guerra, tan centrado en el análisis crítico y reflexivo de la naturaleza, su morfología y nuestra forma de relacionarnos con ella como lo está Julio Sarramián desde el terreno pictórico. Igual que su compañero de galardón Jorge Isla, Guerra presenta en “Punto & Arte” obras de dos series de su producción: “Comportamiento para un simulacro” y “Elevar la tierra, desaparecer”, la primera con origen en 2019 y la segunda en 2022.
De la primera serie, el fotógrafo decidió exponer la pieza Comportamiento para un simulacro 10, formada por cuatro fotografías a color en formato apaisado que se van oscureciendo desde la superior izquierda, que es la más iluminada, hasta la inferior derecha, donde la penumbra apenas deja percibir el hayedo. Un mural de menores dimensiones y ligeramente desplazado del centro de la composición se injerta en cada una de las cuatro fotografías siguiendo las líneas del bosque, pero con un mayor grado de luminosidad, de nuevo, siguiendo en orden desde la esquina superior izquierda, que está sobreiluminada, hasta la inferior derecha, que se aproxima en resultado a los índices de la primera fotografía original.

Esta intervención directa de Antonio Guerra mediante la luz y los murales entra dentro de la línea de investigación que lleva desarrollando desde sus inicios, con la que explora las maneras en las que el hombre transforma el paisaje contemporáneo y altera los hábitats naturales. A través de espacios descontextualizados, en los que la localización concreta pierde su interés, el zamorano modela en sus composiciones fotográficas un tipo de paisaje que combina la referencia real con elementos intervenidos por la acción del ser humano, que altera de este modo la imagen y, por ende, la percepción que el espectador tiene de ella. Invita de esta manera a reflexionar sobre cómo en el medio ambiente se generan una serie de capas históricas y sociales que se añaden a las geológicas, fruto de los procesos de transformación que ninguna entidad puede eludir.
Esta idea de las capas del paisaje contemporáneo, que, bajo otro prisma y otros recursos explora Julio Sarramián en sus “paisajes virtualizados”, gana todavía más fuerza si cabe en la segunda serie de la exposición: “Elevar la tierra, desaparecer”. A diferencia de la obra que hemos analizado de “Comportamiento para un simulacro”, las dos propuestas de “Elevar la tierra, desaparecer” tienen como escenarios de actuaciones lugares perfectamente geolocalizables en el mapa, ya que son antiguos enclaves mineros que actualmente están en fase de reconversión: se trata de los sitios de Gran Corta de Fabero (León), Minas de Riotinto (Huelva) y El Sabinar (Alicante).
La minería constituye uno de los trabajos humanos que más impactan en el entorno al que se circunscriben las explotaciones habilitadas al uso, el nivel de degradación ambiental que se genera en el periodo en que estos enclaves se encuentran en activo deja una huella testimonial imposible de borrar por el paso del tiempo. Con su cámara en mano, Antonio Guerra documenta gráficamente el paisaje resultante de la prolongada acción minera, grabando en el soporte esas diversas capas geológicas que quedan ahora imbricadas por otras de tipo histórico, social y tecnológico. El pasado sale a la luz en forma de fósiles y la semilla de la resignificación de la vieja industria minera se fija en el imaginario con las ramas y hojas del primer árbol replantado.

Esta plasmación visual de las capas de un paisaje involucrado en un proceso de rehabilitación es también muy clara en Elevar la tierra, desaparecer 2, expuesta en forma de díptico montado sobre dibond, al igual que las pantallas rotas de Le Reflet de Jorge Isla. En este caso, la intervención manual de Antonio Guerra es más notoria, ya que emplea una técnica mixta: sobre fotografías en blanco y negro que retratan los pretéritos estratos geológicos del paisaje contemporáneo, hace uso de pigmentos de tonos verdes con toques azulados con los que aquel se va regenerando, recuperando el prístino color que quedara truncado por la violenta acción minera. Gracias a este sabio uso del metalenguaje de la imagen, Guerra permite al espectador llevar a cabo una relectura del entorno en su presente cambio y entrever cómo esos espacios lucirán en el futuro.

Es con esta documentación fotográfica de las capas del paisaje actual y la consiguiente intervención del fotógrafo en su proyección artística como Antonio Guerra ha demostrado por qué es merecedor del premio de VP Hoteles. El zamorano lleva al espectador a viajar por espacios reconstruidos, sean estos de ubicación conocida o no, y mediante un uso consciente y estratégico de los recursos a su alcance pone ante su mirada una serie de imágenes que actúan como testimonios de la evolución de las diferentes clases de capas que se suceden en el territorio natural, aunando los vestigios del ayer con la remodelación del hoy y la visión del mañana.
CONCLUSIONES
Nuestra visita está llegando a su inevitable final, como todo en esta vida, el reloj marca casi las nueve de la noche y la oscuridad ya se cierne sobre las calles de Madrid, consecuencia de estar inmersos en el gélido trance invernal. Nos despedimos de nuestros anfitriones, a quienes, de nuevo, agradecemos el habernos invitado a tan excelso evento artístico, y caminamos hacia el metro de Cuatro Caminos en dirección a Sol, donde nos espera el transbordo hacia el tren de Cercanías que nos llevará de regreso a nuestra ciudad natal, donde este artículo está terminándose de macerar.
Desde el VP SOGNIO Metropolitano nos manifestaron su gratitud por haber acudido a la exposición “Punto & Arte” y por prometerles realizar un reel de Instagram y un artículo para el blog con el que cubrirla. Así mismo, nos dieron su palabra de invitarnos en futuras ocasiones en que nuestra asistencia pueda contribuir a la difusión y promoción de tan original iniciativa, y si con nuestro contenido podemos dar voz a la colección privada que esta cadena hotelera lleva años atesorando, así como a las actividades expositivas y certámenes con los que los artistas tienen la oportunidad de ganar mayor visibilidad, bienvenidas sean más colaboraciones de aquí en adelante.
Por esta vez, querido lector, te introducimos con este artículo a los VP Hotel&Arts Awards y el significado que pueden llegar a alcanzar en el desarrollo de la escena artística actual, estamos ante un proyecto a largo plazo que, tenlo por seguro, figurará en los manuales de Arte contemporáneo español que de aquí a unos años se maqueten con el fin de intentar organizar este enorme cajón de sastre. Hoy hemos tenido la oportunidad de descubrir todos juntos a tres artistas de este panorama: el logroñés Julio Sarramián, virtuoso pintor que demuestra su habilidad y mentalidad con la “virtualización del paisaje”; el oscense Jorge Isla, que articula espejos sociales mediante pantallas de móviles rotas que nos devuelven el reflejo robado por el consumismo; y el zamorano Antonio Guerra, fotógrafo de categoría que dialoga con el paisaje contemporáneo y proyecta su (re)transformación presente con su intervención directa.