FLECHA 2025: “El espíritu de la Movida Madrileña”

INTRODUCCIÓN

“Madrid nunca duerme” es una de las expresiones que más se popularizaron durante la llamada Movida Madrileña de los años 80, y con ella deseamos empezar este artículo, ya que el espíritu de aquel movimiento contracultural que se apoderó de las nocturnas calles de la capital de España es el protagonista que hila las más de 500 obras seleccionadas para la edición de 2025 de FLECHA, siglas de la Feria de Liberación de Espacios Comerciales Hacia el Arte. Ideada en 1991 por Javier Cavero y criada por Piedy, tal y como leemos en los agradecimientos finales del catálogo, FLECHA es la segunda feria de Arte más antigua de España, siendo la primera ARCO.

En conmemoración a un acontecimiento tan redondo como su 35º aniversario, qué mejor ocasión que rememorar uno de los episodios más destacados y trascendentales de la historia reciente de nuestro país. Con un total de 56 artistas y más de 500 obras, protagonizando Tiempos Raros de Javier de Juan la imagen del evento, este, sin duda, ha dejado huella desde su apertura el 13 de febrero hasta la clausura el 16 de marzo. No solo se muestran obras de toda clase de disciplinas, como pintura, escultura y fotografía, que nos hablan del aperturismo y heterogeneidad que caracterizan a esta feria, sino que estas son tanto de artistas consagrados, vivos o fallecidos, que han respirado más o menos intensamente el aire de la Movida Madrileña, como de promesas en formación a las que se le da la oportunidad de dar a conocer su estilo, creatividad y empeño por vivir del Arte.

Como ya os podréis imaginar si habéis ido siguiendo los anteriores artículos de esta sección de Arte contemporáneo, todavía un “Work in Progress”, tomando las palabras de Marc Bibiloni, nos llegó una invitación sorpresa al correo de La Cámara del Arte el pasado miércoles, un día antes de la ceremonia de entrega de los premios “El Flechazo”, a cuyos ganadores tuvimos la oportunidad de entrevistar durante unos minutos. La ceremonia de entrega de premios estuvo presidida, además de por el Excmo. Sr. Alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, por el director de la galería FLECHA, José Luis Aguirre “Jaelius”, la gerente del Centro Comercial Arturo Soria Plaza, Beatriz Martín, y el representante de Merlin Properties, Luis Lázaro.

La invitación fue una gratísima noticia tanto para mí como para mi sempiterna compañera y amiga Alba Jiménez, quien de nuevo documentó el evento con su móvil en mano, sacando fotos y vídeos de alta calidad del espacio expositivo, aunque ya os figuraréis que no digitalizamos todas y cada una de las obras y secciones del recorrido, esa labor más especializada queda encomendada al comisario y el comité científico encargado de redactar el catálogo. El temporal de estas últimas semanas hizo de las suyas una vez más, por lo que del paraguas no pudimos librarnos, de tal forma que se convirtió de nuevo en compañero inseparable de nuestro viaje hacia Arturo Soria y testigo presencial del evento.

Fernando Suárez, AIRE I, 2025

Llegamos al recinto unos minutos antes del discurso de los organizadores y el alcalde, tiempo que aprovechamos para conocer a nuestra anfitriona, Begoña, e iniciar nuestra labor de documentación, al tiempo que, por supuesto, deleitamos nuestra vista, nutrimos nuestro imaginario y adquirimos nuevos conocimientos de la escena artística contemporánea española. Fue sobre todo tras la entrega de premios cuando, verdaderamente, pudimos hincarle el diente a las cientos de obras expuestas en las dos plantas del centro comercial, desde clásicos de la Movida Madrileña como Ouka Leele, El Hortelano, Javier Mariscal, Guillermo Pérez Villalta o Sigfrido Martín Begué, hasta las “enrosacadas” de Diego Canogar, los sugerentes usos del pan de oro de Enrique González, las acrobáticas y especulares estatuas de Fernando Suárez, las perspectivas paisajísticas de José Luis Romero o las fotografías de glaciares de Yabar.

Yabar, serie “Glaciar Patagónico”, 2024

No queremos extender más la nómina de artistas, os invitamos a leer el catálogo de la exposición, el cual podéis descargar en la propia web de FLECHA sin coste alguno, y cuya lectura resulta harto amena, cultivadora y relajante. Mas sí deseamos mencionar que, en su discurso previo a la anunciación de los ganadores, el director de la galería “Jaelius” Aguirre declaró que este año había notado en el trabajo conjunto desarrollado para sacar adelante la feria “una energía diferente, muy luminosa y muy positiva”, palabras dedicadas no solo al equipo técnico y a los mecenas que la hacen posible año tras año, sino también y sobre todo a los artistas que aportan con sus estilos personales la imagen visible de este encuentro, y quienes, además, constituyen su propio jurado, siendo su veredicto, por tanto, el que todo lo decide.

Fotografía oficial de la ceremonia de entrega de los premios “El Flechazo”. De izquierda a derecha: Beatriz Martín, Luis Javier Gayá, José Luis Martínez-Almeida, Orrite, “Jaelius” Aguirre y Luis Lázaro

Dicho todo lo anterior, dedicaremos los siguientes apartados a los ganadores de los premios “El Flechazo”, que se llevaron, además de una modesta cuantía económica, la ovación del público y la oportunidad de seguir dando a conocer su producción artística. Empezaremos abordando a Orrite, galardonado con el primer premio, y seguiremos con Luis Javier Gayá, que obtuvo el segundo; quede claro que los analizamos en este orden, principalmente, porque fue este y no otro en el que nos entrevistamos con ellos.

LOS “SILENCIOS MENTALES” DE ORRITE

Fotografía de Orrite ante una selección de sus obras

Terminada la ceremonia oficial, quisimos inspeccionar brevemente parte de las obras de uno de los flancos del piso superior, la inmediatamente adyacente al espacio discursivo. Aunque tuvimos tiempo de documentar algunas piezas, concretamente esculturas de Diego Canogar y Roberto Reula, poco después nos avisó nuestra anfitriona del equipo de FLECHA de que José Ignacio Lucía Orrite estaba dispuesto a regalarnos unos minutos de su tiempo para poder sacarle unas fotos con su obra y realizarle un par de preguntas. Dado que sus lienzos se exponían en la planta baja, tuvimos que esperar a que las escaleras mecánicas completaran su trayecto de descenso, y ya abajo caminamos hacia el rincón en el que algunos de sus cuadros estaban colgados.

Orrite nació en Madrid en el año 1981, es decir, en pleno apogeo de la Movida Madrileña, por lo que apenas pudo vivirla en sí, ya que desarrollaría su uso de razón cuando aquella se encontraba en el ocaso de su existencia. Un hecho que ha marcado su vida a nivel personal y, sobre todo, su visión artística, es el viaje a Suecia, tierra a la que regresa durante una breve estancia todos los veranos debido a que la hermana de su pareja tiene residencia allí. La arquitectura de madera sueca, la penetrante luz nórdica y la tranquilidad de su ambiente quedan plasmados con mayor o menor claridad en sus óleos, y con cada nueva visita se intensifica el valor y significado de Suecia para el madrileño.

Orrite, Mujer saliendo a pasear, 2024

A raíz en buena medida del enorme influjo que ha ejercido la característica atmósfera nórdica en el estilo de Orrite, una serie de temas que le han preocupado e interesado desde siempre ganaron en fuerza, en especial el del silencio, con el cual puede interpretarse buena parte de su producción. Tanto en su manifestación lingüística como pictórica, la palabra silencio se palpa en las composiciones nacidas de su mano, ya que, como él mismo nos dice, no le interesa tanto representar una escena u otra, sino la idea en sí.

Orrite, Librería San Ginés,  2018

Su manera de representar un concepto tan abstracto como el silencio es mediante la captura de lo que él llama el “momento perfecto”, el cual, por otro lado, afirma que es creación del ser humano, quien, paradójicamente, siempre parece estar esperándolo. Con cada nueva obra que concibe, Orrite demuestra ser un auténtico “cazamomentos”, un buscador incansable con la pulida habilidad de pintar el alma del momento que consigue atrapar con su extraordinaria sensibilidad. En el desarrollo de un lenguaje plástico propio con el que poder capturar esos momentos protagonizados por el silencio, ha descubierto en la luz una valiosa herramienta, colega de trabajo y, sobre todo, amiga: es a través del tratamiento de la luz como Orrite consigue generar las sugerentes y melancólicas atmósferas de sus cuadros.

Orrite, Noche de verano, 2020

Esté representando un exterior o un interior, provenga la luz de una fuente natural, como la Luna, o artificial, como una lámpara o una farola de la calle, la cuestión es que, a través de su foco, moldea los diversos elementos con los que articula la superficie pictórica. En su caso particular, los juegos lumínicos contribuyen a resaltar su estilo figurativo realista, obteniendo con una magníficamente estudiada gradación del claroscuro toda clase de formas, texturas y patrones cromáticos que nos invitan a sumergirnos de lleno en la escena para poder así experimentar su serenidad, sosiego… y silencio.

Orrite, La librería, 2023

Orrite, de hecho, no habla tan solo de la evocación del silencio per se, sino que nos comenta también la idea de los “silencios mentales” con los que hemos querido titular este apartado. En un mundo que se acelera a marchas forzadas, generando con ello una sociedad agitada, ruidosa e impersonal, el madrileño nos invita con sus obras a que disfrutemos de los momentos con nosotros mismos, de un tiempo en intimidad, que intentemos despreocuparnos de la vertiginosa realidad mundana, que paremos por unos instantes, demos un respiro al cuerpo y a la mente y, ante todo, invirtamos en tener la capacidad de canalizar y vivir los diversos “momentos del silencio”; los “Silencios”, como se titulaba una de sus últimas exposiciones. Citando sus palabras en el catálogo:

Así como la música necesita pausas para tener estructura, sentido y armonía, nuestras vidas también requieren de estos silencios para encontrar el equilibrio necesario. Sin ellos, todo sería caos y confusión. Los silencios dan forma y orden a la vida, nos permiten reflexionar, procesar lo vivido y, en última instancia, seguir adelante de manera más consciente y en sintonía con nuestras verdaderas necesidades.

Orrite, Desmaquillándose, 2024

Buscando ese objetivo de materializar pictóricamente el silencio y los silencios que tan necesarios son en nuestra vida, y con tal de que ningún espectador desvíe la atención de lo verdaderamente importante, de aquello que intenta transmitir el artista, los pocos personajes que hay en sus escenas no muestran su cara o lo hacen de tal forma que no permiten reconocer rasgo facial alguno. Bajo su perspectiva, Orrite suele prescindir de la representación del rostro humano, ya que cuando este hace acto de presencia capta inmediatamente nuestra atención, perdiendo de vista, por tanto, el resto de la composición; por este lógico motivo, sus personajes suelen estar ensimismados y de espaldas, como mucho de perfil, o tapados por algo, y cuando vemos un rostro de forma clara tened por seguro que detrás hay una justificación de peso.

Orrite, Arte XIX (Hiram Powers), 2024

Por este conjunto de ideas y por su depurada técnica, muchos han relacionado su obra con la del pintor estadounidense Edward Hopper, maestro en la representación de escenas cargadas de melancolía, quietud y soledad, y tanto él como Orrite son reconocibles por su estilo realista y su captación de la sociedad contemporánea, pero Hopper, además de sí pintar rostros asiduamente, elabora una crítica, mientras que el madrileño estimula amablemente una reflexión en silencio sobre el silencio. Sin embargo, yo, antes que en Hopper, pensé al ver sus obras en el “realismo íntimo” de Isabel Quintanilla, representante destacada de los Realistas de Madrid, al igual que Antonio López, a la cual dedicó el Museo Thyssen-Bornemisza una retrospectiva hace un año; os recomiendo encarecidamente que comparéis por vosotros mismos un interior de Orrite y otro de Quintanilla.

Orrite, En el museo, 2016

En definitiva, Orrite puede ser calificado con justicia como el “pintor del silencio”, ideal para ser expuesto en un lugar tan cálido y acogedor como puede ser el salón de tu casa o tu dormitorio. Estáis invitados a quedar absortos en los ambientes minuciosamente construidos por el artista, a reflexionar acerca del momento congelado y a haceros preguntas, como él mismo se las hace, sobre el mundo interno de los personajes que habitan las escenas. Agradecemos con todo nuestro corazón a Orrite por los minutos que nos dedicó, pues es un artista al que siempre le ha costado hablar de su obra; esperamos haber sabido captar su mensaje igual de bien que él a la hora de “cazar” los momentos del alma.

LA REALIDAD ARQUITECTÓNICA DE LUIS JAVIER GAYÁ

Fotografía de Luis Javier Gayá y su amiga de la infancia delante de la obra Madrid desde el Edificio España

Ya concluyendo nuestra breve entrevista con el primer ganador del premio “El Flechazo”, acudió ante nosotros Begoña, que nos avisaba de que debíamos subir de vuelta las escaleras mecánicas, a ser posible con algo de celeridad, ya que, de lo contrario, corríamos el riesgo de perder la oportunidad de hablar con el segundo premio, Luis Javier Gayá; querido lector, aún no eres consciente de lo mucho que le debemos a Begoña, pues sin ella habríamos perdido algo más que la entrevista. Es lógico que un ganador que hace escasos minutos ha recibido tal sorpresa tenga compromisos que atender, y, más que nada, un motivo por el que celebrar la noche por todo lo alto, así que Gayá estaba a punto de acudir a esa cita cuando logramos abordarle junto a una estimada amiga de la infancia.

A diferencia de Orrite, Gayá sí que vivió de lleno el espíritu de la Movida Madrileña que tan presente ha estado en la organización de FLECHA 2025, ya que nació en la capital en el año 1962, comenzando su formación en el estudio de la pintora Begoña Izquierdo allá por 1978, continuando dos años en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid y licenciándose en 1987 Bellas Artes por la Universidad Complutense. Esto implica, por tanto, que mientras él estaba formándose como artista hecho y derecho en Madrid, la movida estaba en pleno apogeo de su andadura, pero en verdad su periodo formativo se dilató más allá de esta, ya que, además de especializarse en Restauración y Pintura y cursar el doctorado, entró a trabajar en 1996 al Taller de Grabado de Pedro Arribas, completando su fase de grabado en 2001 en Venecia.

Luis Javier Gayá, Arco Constantino

Esto último nos anticipa un dato clave que ha marcado para siempre la vida y sobra de Gayá, que es el viaje a Italia (qué reminiscencias tiene esto del Grand Tour de siglos pasados, ¿verdad?), especialmente a Roma, que desde su primera visita en 1997 se ha convertido en una segunda casa para él, habiendo residido allí durante doce años a lo largo de diferentes periodos. Las asiduas visitas a Roma renuevan continuamente su visión y recuerdos de la antigua capital imperial, cuyas ruinas siempre mira con ojos renovados, pues estas, desde su personal punto de vista, fuertemente marcado por su especialización en Restauración, nunca son las mismas que en veces anteriores, el tiempo y la intervención humana van cambiando su apariencia constantemente.

Luis Javier Gayá, Foro de Roma

Con esta personal visión de la arquitectura, a través de la cual somos capaces de percibir su pasión por dicha disciplina, ha plasmado en sus lienzos monumentos del pasado romano que simbolizan la grandeza de un tiempo pretérito y el recuerdo de lo que una vez fue grande y ahora es decadente, como el Arco de Septimio Severo, el Foro romano o los foros imperiales. A través de un un muy pulido dibujo y aplicación de la perspectiva, Luis Javier Gayá dispone composiciones históricas y arqueológicas que nos hacen viajar virtualmente a la Roma que forja en sus paisajes urbanos, una Roma repleta de vivas emociones que sabe plasmar y evocar con maestría y sensibilidad, punto básico para el artista según él, afirmando que “El buen artista es el que consigue transmitir sus sentimientos…”.

Luis Javier Gayá, Pozo Veneciano

Pero el “buen artista”, según también su criterio, nos dijo que debe tener una sólida base académica a partir de la que poder experimentar con completa libertad en la búsqueda hacia el estilo de uno mismo, pero sin unos fundamentos primordiales de dibujo, volumen, perspectiva, color, luz y composición, entre otros, el artista se va a mover por puras pautas abstractas y emocionales que, paradójicamente, suelen caer en la falta de sentimientos, la frialdad, la repetición de temas y motivos y el vaniloquio filosófico. Gayá es tajante sobre todo en la adquisición de nociones dibujísticas, diciendo al respecto que “Es un proceso creativo que sirve para la reflexión, y su aprendizaje forma parte de nuestra formación porque con él se inicia la explicitación de las ideas resultando esencial en la creación de una obra sólida”.

Luis Javier Gayá, Madrid desde el Edificio España, 2020

Más allá de Roma, Gayá también ha captado con la personalidad de su pincel la arquitectura y entramado urbano de Madrid, resultando excepcional en este sentido su cuadro Madrid desde el Edificio España (2020), concretamente desde el piso 21, que nos regala unas pronunciadas vistas del entorno citadino en el que los diversos volúmenes de los edificios se van sucediendo escalonadamente del primer plano hacia la lontananza. Fue delante de esta obra desde la que le sacamos una foto al artista junto a su amiga de la infancia, y enfrente suya estaba colocada Almazara (2024), donde nos vemos introducido en otro mundo al que también ha prestado notable atención Gayá en su carrera: la arquitectura industrial.

Luis Javier Gayá, Almazara, 2024

El espacio de la industria nos traslada a una dimensión completamente diferente a la que hemos podido ver en sus cuadros sobre los vestigios de la antigua Roma, ya que tanto sus valores arquitectónicos como su contexto responden a realidades bien diferentes en el tiempo y el espacio, pero, aunque solemos ligar a la arquitectura industrial y su maquinaria cualidades como frialdad, neutralidad y dureza, Gayá la aborda con igual sentimiento que las vistas de Madrid o los monumentos romanos. Combinando una profusa atención al detalle con una muy bien urdida perspectiva y una sabia elección de la paleta de colores, de la mano del artista madrileño nos sentimos inmersos en unos espacios dominados por el silencio, casi oníricos, producto de la mano humana, pero donde, a la vez, se esfuma el rastro de su presencia.

Al hilo de las series donde ha concentrado sus esfuerzos en modelar con sus útiles la fuerza expresiva y volumétrica de las esculturas de las fuentes de Roma, “lugares de gran belleza plástica” según Gayá, ha desarrollado una profunda pasión por estos hitos de la planificación urbanística. Esto lo ha llevado a traducir su lenguaje en forma de frisos relivarios y bandas epigráficas en sus cuadros con temática arquitectónica, introduciéndolos en los márgenes de la composición. No debemos entender este recurso suyo como un mero capricho, sino como la inserción en la temática principal de un elemento que refuerza su lectura con una nueva capa, siendo muy clara al respecto su obra Il Castello (2022), sobre la construcción del Edificio Caleido, cuyo friso inferior semeja un grupo de obreros en faena.

Luis Javier Gayá, Il Castello, 2022

Un artista que ha cultivado fervientemente un tipo de pintura figurativa bajo su personal prisma, afianzado estilo y depurada técnica, es difícilmente imaginable en un registro tan dispar como el de la abstracción, pero os recuerdo que su filosofía artística es la de alguien que ama la pintura independientemente de que esté abordando un género o modalidad diferentes, mientras su objetivo sea el de deleitarse con su vocación lo demás son cuestiones de menor importancia. Si bien, por tanto, la arquitectura y la ciudad son sus zonas de confort, en sus etapas iniciales llegó a practicar composiciones geométricas, con cierto regusto cubista en ocasiones, y en otras llegando a generar un conglomerado difuso de formas, líneas y colores donde tan solo el título, y a veces ni eso, tiende un puente hacia la realidad que está (des)componiendo.

Luis Javier Gayá, Bodegón con plato

Hechas todas las preguntas que pensamos yo y mi compañera en el trayecto de ida, lo que se desenvolvió entre medias con Luis Javier Gayá y su amiga fue algo más que una entrevista, una conversación de tú a tú donde imperaba un ambiente agradable, aliviador y artístico, es imposible expresar mediante la palabra el carácter abierto, alegre y altamente simpático del artista que tan valiosos minutos nos ofreció. La sorpresa no terminó ahí, ya que, después de haber transcurrido una buena parte de nuestro diálogo, nos habló de su trabajo en el Taller del Prado, llegando a ofrecernos una visita guiada con su director, Francisco Molina Montero, momento en el que a mi querida amiga le brillaron los ojos y le dio un vuelco el corazón; el próximo lunes, si el clima se pone de nuestra parte, haremos ese sueño realidad.

CONCLUSIÓN

Podríamos seguir extendiéndonos en el análisis tanto de la obra de Orrite como de Luis Javier Gayá, pues ambos artistas destilan tan notorio interés que resultaría irresistible seguir ahondando en los detalles de su producción artística, pensamiento estético y visión del mundo, pero lo dicho, bajo nuestra humilde perspectiva, creemos que es suficiente, al menos, para que vosotros mismos sigáis descubriendo y desentrañando sus respectivos universos creativos. La calidad tanto de estos artistas como de muchos otros que estaban representados en FLECHA 2025 nos permite comprender una parte importante de la dificultad que tenían ellos mismos como jurado de sus propios compañeros para elegir tan solo a dos ganadores.

Aunque por desgracia la feria de este año ya cerró sus puertas el pasado domingo 16 de marzo, estáis más que invitados a asistir a la edición de 2026, que si es tanto o más rica en artistas y obras que la de este año, os va a garantizar una experiencia estética en todo el sentido de la expresión, pues descubriréis una porción de nuestro Arte contemporáneo como no la hallaréis en ningún otro espacio que no sea el CC Arturo Soria Plaza. Salimos del recinto con las ganas de haber seguido indagando pormenorizadamente en todos y cada uno de los rincones de la exposición, queda pendiente para el próximo encuentro volver a disfrutar de tanto Arte junto. Gracias de corazón al equipo de FLECHA por permitirnos ser testigos de tan histórico evento.

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