COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE EL GRAN DESAFÍO
CONTEXTO HISTÓRICO ARTÍSTICO
Nicolas Lavarenne no es extremadamente conocido. Puede que el hecho de que siga vivo haga que su figura no se magnifique. Es poca la información que podemos encontrar sobre él y su obra, aunque buceando en las páginas de revistas especializadas, algo podrás rascar.
El señor en cuestión, nacido en Niza en 1957, vive en Seyssel y no es muy fácil dar con su paradero porque, según la experiencia de la publicación OMPI a la que concedió una entrevista, su casa está situada en esta remota aldea montañosa en Francia en su frontera con Italia. Su taller tampoco parece estar a la vista oculto tras el aparcamiento de una tienda de comestibles.
Y, ahora bien, qué hace un artista “desconocido” en un taller escondido en una aldea perdida. Esculturas. De madera, de escayola, de cera y de bronce. Y su producción no es modesta porque quienes le han visitado narran que, mires donde mires, ves figuras entrelazadas, desperdigadas y amontonadas.
Su padre fue pintor tradicional al óleo pero el hijo prefirió estudiar el bachillerato de Diseño Mecánico. Aunque sin la vocación excelsa de su progenitor, el dibujo no se le daba nada mal. Mientras que para uno sería de uso artístico, para el otro supondría algo más práctico. Boceto y acción. Rock and Roll.
Le sacó buen rédito a esa pericia en el dibujo y desarrolló una notable maña jugando con volúmenes. Terminó por hacer de sus figuras al carboncillo piezas tangibles en espacio y tiempo. Viendo su obra, no dejo de pensar en un artesano celoso de su arte. Se le nota el contorneo; se le intuye el manoseo. Nicolas se ve a sí mismo como un tallador.
“Comencé a esculpir cuando tenía 23 años, pero hasta cumplir los 33 no fui realmente escultor.”
Nicolas Lavarenne
Empezó por la madera pero terminó por no convencerle. Puede que demasiado estática o poco maleable para lo que buscaba. Igual muy tosca para la ligereza que domina su producción. En el mientras tanto, diseñaba y hacía maniquíes para tiendas de moda, lo que le llevó a descubrir la escayola y la cera con las que, poco a poco, iba encontrando las formas de sus impulsos artísticos. Sin embargo, fue el encontronazo con el bronce lo que ofreció la sensibilidad que buscaba y la que, claramente, puede apreciarse en ‘El gran desafío’.
Desde 1984, las esculturas de Nicolas Lavarenne se exponen en todo el mundo además de ser gran reclamo para un buen puñado de colecciones privadas y públicas. Pero lo que más destaca en su exhibición es el grupo de figuras catalogadas como instalaciones urbanas que, mimetizadas con el entorno, las se convierten en atracciones turísticas y, por tanto, muy fotografiables cosa que se estila cosa mala. St. Paul de Vence, donde sus esculturas están representadas permanentemente, es prueba de ello.
ANÁLISIS FORMAL E ICONOGRÁFICO
La manera en la que Nicolas esculpe es realista utilizando una técnica que enfatiza mucho artificio en las posturas pero fieles a la recreación del cuerpo humano. De hecho, lo que busca es dar forma a la expresión a través de la propia anatomía. Ahonda en esta dualidad creando situaciones en el espacio.
Sus figuras, como en este ‘gran desafió’, son equilibradas, esbeltas pero, al mismo tiempo, simultáneas. Según el propio artista «los cuerpos oscilan ante el espectador, que los hace caer o levantarse«.
Es evidente que persigue mostrar la estructura muscular en su más extremo detalle y el trabajo es minucioso en su afán por guiarse a través de las propias líneas principales del cuerpo.
Los músculos son más refinados en la acción a la vez que resultan absolutamente necesarios para ejercer esa fuerza y gracia del cuerpo con ímpetu y crudeza.
La figura de ‘El gran desafío’, al igual que el resto de las protagonistas en la obra de Laverenne, pareciera un bailarín perfectamente formado dispuesto a desafiar las reglas del espacio poniendo cada músculo, tendón, ligamento, al servicio de su equilibrio y estabilidad aérea. Un ballet con pase de espectáculo permanente que reta a las leyes de la física a varios metros de altura. La escultura tiene la capacidad de transmitir vértigo a la vez que quietud.
Consiguiendo elevarse por encima de su público, la figura logra congelar un momento en movimiento. Captar el instante y conseguir hacerlo eterno para que cualquier pueda encontrarse en el mismo lapsus de tiempo de forma infinita.
Las esculturas de Nicolas Laverenne son pura teoría poética, son de las de verdad. De las que ocupan espacio, volumen. De las que puedes rodear apreciando el mismo detalle y nivel de precisión. Concienzudas, técnicas y laboriosas pero anhelando el sentimiento, la sensación y el deleite.