«El columpio», de Fragonard, a través de los años

Esta y otras obras de arte famosas en las que se inspiró Frozen

“Por primera vez en años…
habrá magia y diversión

Por primera vez en años
¡me prestará alguien su atención!

Ya sé que es una locura pensar en el amor…

Mas por primera vez en años
¡me late el corazón!”

Hay una escena de Frozen (película animada de Disney de 2013) en la que Anna muestra su entusiasmo por abrir las puertas del castillo con motivo de la coronación de Elsa, su hermana, como reina de Arendelle.

Tras unos años de monotonía y tedio, la joven por fin recuperaba la esperanza por el advenimiento de cambios y sorpresas en su vida mientras canta “Por primera vez en años”. Ya lo decía al principio de la canción: “¡Hay tantas cosas que quiero emprender…!” Y es que la ilusión la impulsa a perseguir nuevas metas.

Durante los versos con los que abrimos este artículo la muchacha accede a una galería de arte que hay en el castillo.

Como ya hizo otras veces -en «La Sirenita» (1989), por ejemplo, de la que ya tenemos este artículo sobre los «nocturnos» de Georges de la Tour-, la factoría Disney conecta a sus protagonistas con el exterior a través de piezas artísticas.

Maestros artísticos de diferentes épocas -desde el Renacimiento hasta el Rococó; pues Frozen está ambientada en la Francia de 1839- permiten a los personajes que viven aislados del exterior conocer lo que acontece fuera de las lujosas puertas de sus castillos o palacios a través de sus cuadros.

En Enredados (2011), por ejemplo, Rapunzel anhelaba el mundo extramuros mediante una reinterpretación de La Noche estrellada (1889) de Van Gogh (1853, Países Bajos). Habrá en nuestra página próximamente un artículo sobre esto.

Por primera vez en años no es el único tema musical que nos refiere a cuadros famosos o personajes históricos. Anna cantaba su famosa “Hazme un muñeco de nieve” mientras, en un momento de la escena, se reclina sobre un diván mientras le habla a la que sería la mismísima Juana de Arco (1431, Ruan) para darle ánimos en su batalla.

También conocida como la Doncella de Orleans, símbolo de fe y coraje, su imagen se construye a finales del Siglo XIX como heroína nacional francesa por su papel en la fase final de la Guerra de los Cien años (1337-1453). Es probable que Disney haya utilizado su símbolo para vincularlo con la idea de empoderamiento femenino de la que hace gala la importante factoría desde que conociéramos a Mulán (1998).

El cuadro referido en la película no se basa en ningún otro específicamente, pero se aplica una iconografía que hace a Juana reconocible, representándola como guerrera de tez morena cubierta con cota de malla y a lomos de un caballo, alzando desafiante su espada. Solía vestirse con una túnica o falda larga que le permitiera movilidad en la guerra y botas altas. 

Aunque no reproduzca ninguna obra conocida, el cuadro de Frozen podría recordar en la postura a la de la estatua ecuestre de Juana de Arco en Nueva Orleans o al retrato de John Gilbert (1817, Inglaterra) por su semblante decidido y combativo. 

Referencias artísticas en la escena de Por primera vez en años

Anna abre con vigor las grandes puertas del Salón de arte. Aquí es donde accedemos a unas cuantas obras que sí tienen correspondencia con la vida real. A la última en aparecer, en la que Anna se “sube” de un salto al columpio que hiciera las veces del de Fragonard, queremos prestarle especial atención, por lo que lo dejaremos para el final.

“Por primera vez en años…habrá magia y diversión…” La chica hace aquí una reverencia mimetizándose con una de las protagonistas del lienzo, también vestida de verde, casualmente.

¿El original? La danza de los campesinos, de Pieter Brueghel el Viejo (1525, Breda). Es un óleo sobre roble y es de 1567. También se conoce como La danza campesina.

A finales del Renacimiento Brueghel ejecuta esta obra para ilustrar tres de los pecados capitales. Aquí, la gula (que podría identificarse con el atracón de dulces de Anna momentos antes), la lujuria y la ira se manifiestan entre los personajes del lienzo.

Disney se encarga de reinterpretarlo en clave familiar eliminando el sermón moralizante del de Brueghel y poniendo a todos los personajes a participar del baile, pero manteniendo la estructura en composición y ordenación del espacio, así como los tonos ocres y parduzcos.

“Por primera vez en años me prestará alguien su atención…” Aquí se intercalan dos cuadros en una pequeña fracción de tiempo. El primero que aparece es El picnic del pintor de género Auguste Serrure (1825, fallecido en 1902 en Bélgica).

La pintura de género es aquella que se centra en los pequeños sucesos cotidianos, los del día a día. Anna se pone “en la piel” de la mujer que yace sobre la hierba con su amado, protagonistas los dos de un relajado picnic en el campo.

Una escena nos recuerda a la otra, aunque en la de Disney vemos a los personajes desde una vista cenital o de pájaro y cambiamos la guitarra por un acordeón.

Mientras fantasea con un posible idilio, Anna le da la mano a su pareja “ilustrada” en un lienzo que recrea -esta vez de manera exacta- “La pareja del baile” (óleo sobre lienzo, 1660)de Gerard der Borch (1617, Países Bajos), aunque el vestido azul de la doncella de la recreación de Disney en el original fuera color champagne y el entorno doméstico menos lujoso y sin acompañantes.

También hay otra diferencia notable: mientras que en el plano de la película de animación la mujer está sonriendo mientras es cortejada, la mujer del cuadro de Borch permanece con mayor hieratismo y sobriedad. ¿Por qué, quien era entonces esta pareja…? A ella no se la ve muy cómoda. Sea como fuere, se trata, nuevamente de una obra de género, por la que desconocemos a sus integrantes.

Entre todas estas escenas de baile, Frozen recrea también “El jaleo” (1882), de John Singer Sargent (1856, Florencia). En Frozen accedemos a una versión más naif y dulcificada que la de Sargent, que tiene mucha más fuerza y el vigor propio del flamenco.

En la original la bailarina aparece sola, proyectando con dramatismo su sombra sobre la pared del fondo. También lleva falda blanca en su vestido de flamenca, como en el cuadro de Frozen.

El autor había viajado cinco meses a través de España y el Magreb y quedó impresionado por los trajes y la teatralidad del baile gitano. Entonces, cuando llegó a París comenzó a trabajar en un lienzo de grandes dimensiones pretendiendo acercarse a las dimensiones naturales de un tablao flamenco donde se produce ese alboroto, ese jaleo como el conocido jaleo de Jerez.

Actualmente está expuesta en el Museo Isabella Stewart Gardner (Boston). ¿No te parece preciosa?

Adaptación de El columpio de Fragonard en Frozen

Al final de su recorrido por la Galería, llega el que para nosotros es el momento cumbre: Anna se mimetiza dando un salto, como decíamos más arriba, con el cuadro de Jean-Honoré Fragonard (1732, Grasse, Francia), pintor por antonomasia del Rococó.

La chica se sube, juguetona, al columpio. Pero no pícara, como era la intención del original. Siendo que los hispanohablantes lo conocemos por El columpio, su nombre original es Les hasards heureux de l’escarpolette (“Los felices azares del columpio”).

La estatuilla de Cupido al margen izquierdo nos advierte de un secreto: la bella cortesana del columpio que, divertida, le lanza un zapatito al muchacho que asoma la mirada por debajo de sus faldas, es la esposa del señor que la mece hacia las alturas. Y el que la observa recostado entre la maleza, su amante.  

La joven estaba ataviada con un pomposo vestido y un gran sombrero de paja, aludiendo a aquellas fiestas aristocráticas en el campo en el que jugaban a actuar como campesinos. (Ya ves, cosas de nobles…).  

En el encargo se le había solicitado a Fragonard que retratase a la dama con el tobillo descubierto, pero finalmente el pintor decidió “subir un poco la apuesta” y descubrirle también el muslo, provocativo, con liga incluida.

Óleo sobre lienzo, la obra data de 1767 y hoy pertenece a la Colección Wallace de Londres. Un rico barón (concretamente de Saint-Julien) -el propio amante de la pícara muchacha- fue quien se lo encargó a Fragonard, aunque se piensa que inicialmente el encargo era para otro pintor: Gabriel François Doyen, pintor historicista de renombre en su época.

Pero a Doyen le resultó tal descaro que rechazó el trabajo. Y no solo por lo travieso de la escena, sino por el origen de sus personajes: el comitente de la obra además de formar parte de la corte era receptor general del clero francés y el señor mayor (con el que la joven se casa por conveniencia, algo muy frecuente en aquellos círculos) había sido inicialmente un obispo. Ahí es nada.

Se convirtió, pues, en todo un símbolo de la época: refinamiento, sensualidad. Obra bastante frívola y desenfadada, pero controvertida y desafiante. Un cuadro que normaliza, (como tanto decimos ahora), las malas artes del adulterio. En la corte se practicaba con bastante laxitud y sin mayores problemas morales; era algo bastante frecuente.

Disney utiliza el seductor lienzo para hacer su propia interpretación. La picaresca de la doncella se transforma en la frescura inocente y divertida de Anna. En un momento en el que ella estaba soñando con encontrar a su amor, que -más joven que el original- sería quien la columpia. Ni se descalza un piececito ni hay nadie esperando a que se le levante la falda.

El caso del zapato tiene más asunto del que podría parecer: se lanza hacia el lado izquierdo, en dirección a la estatura de Cupido. Es decir, hacia el lado de la pasión.

La propia estatua del dios del amor sirve de referencia para el autor a Madame de Pompadour, amante del rey Luis XV, por la estatua que le dedicó Etienne-Maurice Falconet (1716, París) en 1755. Vemos en el niño el angelito el mismo gesto de guardar silencio que el que preside la situación en el lienzo de Fragonard. Secretos y amor clandestino.

La versión que nos ocupa de Cupido presidía, pues, la escena, junto a otros putti y un perrito que, al lado del esposo de la joven, ladraba en señal de “reprimenda” por la situación de adulterio, dado que este simboliza la fidelidad matrimonial.

Suponemos que no hay mensaje oculto: la factoría aprovecha un icono artístico como es el Columpio para llevárselo a su terreno, sin buscar dobles lecturas.

Y es que la historia de la cultura visual se “contaminó” ampliamente del vaivén del Columpio de Fragonard desde su ejecución. Esta gran obra de arte despertó siempre una gran polémica ¡que llega hasta nuestros días!, a cuenta de una nueva limpieza que se hizo en 2021 en donde se aloja, el Wallace Collection.

Parece curioso, pero sí: lo mismo que escandalizaba en el XVIII seguía provocando gestos de asombro hace escasos tres años. El matiz que se agrega ahora a este “juicio popular” es que a la mujer se la posicionara en una posición de pasividad, si bien es cierto que la que tira el zapato y mira, retadora, a su amante, es ella, participando también del juego. Además, separaba ligeramente las piernas y se podía ver en una de ellas la liga color salmón de la que hablábamos antes.

Según la información que nos ofrecía en 2021 un artículo buenísimo en La Vanguardia, la conservadora de la Galería, Yuriko Jackall, defendía que tras la limpieza la mujer resultaba “más activa y dinámica de lo que se entendía antes” y que ser el centro de atención “le da cierto poder”.

Sea como fuere, esta pintura tiene motivos para haber dado que hablar durante toda su historia, que se dice pronto: dos siglos y medio. Siempre ha despertado el debate, la provocación, el impacto o la alabanza, o todo junto a la vez. Un cuadro que resultó no ser tan inocente como parecía.

Se ha hablado mucho de él hasta convertirse en todo un icono, un emblema en el que se apoyaron, como decíamos y en numerosas ocasiones los medios, muchas veces próximos al objetivo, claro, de escandalizar.

El magazine semanal británico The Spectator publicó, el 9 de julio de 1988 (fundada en 1828), un ejemplar con una ilustración del dibujante de cómic Peter Brookes (1943, Liverpool) para la portada, convirtiendo a Margaret Thatcher (primera ministra del Reino Unido desde 1979 a 1990) en la pícara protagonista, que al tradicional lanzamiento del zapato sumaba un brindis con champagne ante el gesto de impotencia con el que esta vez era retratado Cupido. Nuevo escándalo a la vista.

Brookes volvería más veces a la iconografía del columpio de Fragonard para retratar más sátiras políticas. Tatcher también fue retratada ocupando el mismo columpio por otros artistas. Se ve que la fórmula funcionaba para expresar lo que los artistas pretendían sugerir…

Recreaciones más serias la tenemos con esta obra de Armand Vallée, preciosa, para La Vie Parisienne (fundada en 1863)durante los veinte del siglo pasado. No hay más que ver el atuendo de la mujer que se columpiaba esta vez, vestida como en aquellos años. Compositivamente es igual, aunque la perspectiva cambia y aquí la podemos ver frontalmente, con el Cupido “del secreto” casi de espaldas.

Y para finalizar, unas cuantas referencias en el mundo de la animación, ya rondando el ejemplo inicial de aquellas hermanas del “Reino de hielo” de Disney.

Miss Piggy (personaje ficticio creado por el titiritero y productor de televisión Jim Henson), de los “Muppets” y la perrita de La Dama y el Vagabundo (“Lady and the Tramp”, 1995) se subieron al “emblemático” columpio, pero sin esas connotaciones de coquetería iniciales (bueno, puede que Piggy fuera un poco más «picaruela»).

Por último, Rapunzel, protagonista de Enredados (“Tangled”, 2010), se columpia con la melena al viento en uno de los bocetos preparatorios de la artista Lisa Keene para la película. En este caso lo hace ella sola, sin nadie que la impulse.

Son muchos los ejemplos -literalmente, hay multitud- que ilustran la enorme influencia que tuvo la obra de aquel ilustre pintor de la primera mitad del ochocientos. Revistas, periódicos, películas…se han inspirado en ella: la han honrado o readaptado para transmitir sus propios mensajes. Y así es como se conecta, una vez más, aquel entonces con este ahora.

OTRAS OBRAS EN NUESTRA WEB QUE PUEDEN INTERESARTE

El beso furtivo, de Jean-Honoré Fragonard (Verónica Gómez, 9 de julio de 2024)

El columpio, de Jean-Honoré Fragonard (La Cámara del arte, 1 de julio de 2024)

Mito de Cupido (La Cámara del arte, 9 de marzo de 2022)




WEBGRAFÍA

Youtube. ‘El columpio’ de Fragonard | La Galería

La Razón. Entre Fragonard y “Frozen”: así se inspiró Disney en el arte francés del XVIII

Vetustideces. CLIPDA CXIII: El columpio de Fragonard (Por Sofi Siete, 25 de julio 2016)

La Vanguardia. El columpio, el marido engañado, el amante voyeur y una liga rosa (Isabel Gómez Melenchón, 20 de noviembre de 2021)

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