Los principales desnudos en el arte católico

COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE LOS PRINCIPALES DESNUDOS EN EL ARTE CATÓLICOS

Normalmente, vinculamos con la Iglesia Católica una fuerte moral en contra de todo lo que tiene que ver con la temática del desnudo, pero no siempre ha sido así o literalmente de esta manera. Inicialmente, el mundo católico fijó sus ojos en el arte grecolatino del que se extrajeron gran cantidad de elementos iconográficos y, como no podía ser de otra forma, la escultura monumental en el mundo griego rendía culto a sus dioses corpóreos mostrando su desnudez, sino total, al menos parcial.

Para el catolicismo fue sencillo incorporar estos conceptos del arte clásico, ya que, a diferencia de las religiones judías e islámicas, su Dios si es corpóreo y se le puede representar físicamente. Es más, es la base de la Fe católica que el cuerpo de Jesús es salvador, ya que a través de su sacrificio físico se alcanzó la salvación. Para ello, se utilizó la iconografía grecorromana de Hermes, Perseo o de Hércules para crear el paralelismo con Jesucristo, que tuvo su propio desarrollo con el tiempo para distanciarse del paganismo.

Hércules Farnesio. Glykon (s.III d.C.). Museo Arqueológico Nacional de Nápoles.

No será hasta el siglo V d.C. cuando empiece ya a desaparecer la escultura monumental con esta tipología, vinculándola al mundo pagano. También tuvo una gran influencia en esta casuística los textos censurando los desnudos elaborados por los Doctores de la Iglesia: Ambrosio, Agustín, Gregorio y Jerónimo. Curiosamente, este último será uno de los santos más representados en la Historia del Arte a través de su desnudo.

Será desde un inicio sobre todo la figura de San Pablo quien le dé la visión negativa a la carne, al cuerpo, vinculándolo a las pasiones humanas de la sexualidad, los vicios y el pecado. (Rom. 3:20; 1 Cor. 1:29; Gal. 2:16). Se acabará viendo la representación del desnudo como algo que acaba ensuciando el alma del piadoso. Es decir, se abandona la tradición griega y se empieza a ver como algo deshonroso y que se orienta hacia la sensualidad.

San Agustín. Gaspar de Crayer (h.1655). Museo Nacional del Prado, Madrid.

Todo esto parte del concepto de la desnudez edénica, la que sufrieron Adán y Eva en el Edén. Es decir, la condición original por la que Dios y el hombre estaban unidos, pero que por el pecado quedó fracturada, ocasionando la vergüenza de la desnudez. En el Antiguo Testamento es vista la desnudez como un hecho penitencial, símbolo de vergüenza o incluso de violencia (Is. 20:1-4; Ez. 23:10).

Finalmente, la Iglesia Católica llegó a permitir pocas temáticas del desnudo, pero los artistas conseguían a través de las Sagradas Escrituras encontrar rescoldos donde el cuerpo humano, tanto masculino como femenino tenían que ser representados sin vestiduras. Esto no les interesaba por una cuestión de morbo, ni de provocación, sino a la hora de mejorar las técnicas artísticas y los estudios anatómicos, como veremos a continuación.

Adán y Eva

El tema por excelencia, ya que los protagonistas gozaban del disfruta del Jardín del Eden, el paraíso donde la pureza y la inocencia campaban en su territorio, que por culpa de la entrada del pecado conllevó a desenlace de la expulsión del hombre y la mujer del mismo y conllevando a sentir el desnudo como algo lujurioso, vanidoso y vergonzante.

Tentaciones de Adán y Eva. Masolino da Panicale (1425). Capilla Brancacci, Florencia.

De la tradición griega se tomará la iconografía de Venus para representar a Eva en muchas ocasiones como hizo Masolino da Panicale en las Tentaciones de Adán y Eva, de la capilla Bracacci de la iglesia del Carmen de Florencia en las que vemos las figuras sin sufrir todavía la vergüenza del desnudo. En cambio, en el mismo espacio, tenemos la pintura de Masaccio representando La expulsión del Jardín del Edén en la que podemos llegar a apreciar el miembro viril de Adán, que se tapa la cara completamente avergonzado, mientras Eva tapa sus genitales con ambas manos para evitar ser vista.

La expulsión de Adán y Eva del paraíso terrenal. Masaccio (1425-28). Capilla Brancacci, Florenica.

Jesucristo

Si hay una figura central a representar es Cristo en cualquiera de los episodios de su vida. Pero principalmente, porque su cuerpo es el eje fundamental de toda este credo. Desde las escenas de su Bautismo en el río Jordán, pasando por los sacrificios y padecimientos de la Pasión, Muerte y de la gloriosa Resurrección.

La Flagelación. Alejo Fernández (1500-1505). Museo Nacional del Prado, Madrid.

Escenas como la flagelación permitía a los artistas practicar posturas forzadas y generar sensaciones de inestabilidad con el cuerpo anatómico. Al punto de que durante el Renacimiento esta escena se representaba con Jesús atado a una columna entera, abrazado a ella o de espalda, que permitía poca movilidad, para que llegada la nueva influencia Barroco se experimentara a coger solo un trozo de la columna, “forzando” a Jesús a doblarse para estar amarrado y generar nuevos movimientos que el cuerpo no puede experimentar con la postura anterior. Simbólicamente es una escena muy importante, ya que es una nueva muestra de la entrega del cuerpo y la sangre de Cristo, como se instituyó en la Eucaristía y como finalmente ocurrirá en el monte Calvario.

Sobre esta temática ya hablamos en el siguiente artículo:

La Evolución de la iconografía de las Columnas y Azotes

Aunque la escena principal del catolicismo es la muerte de Jesús en la cruz, escena que permitía de nuevo a los escultores y pintores practicar con un desnudo. Al punto de que, por ejemplo, en la imaginería barroca, se empieza a jugar con la colocación del sudario, para intentar llegar a la mínima expresión del mismo.

Lo podemos ver en la evolución de varias imágenes procesionales de Sevilla como pueden ser el Cristo de la Clemencia de Juan Martínez Montañés que el sudario cubre por completo la cintura del Señor, pasando por el Cristo de la Buena Muerte de Juan de Mesa, cuyo sudario se abre en un lateral para dejar el cuerpo completamente desnudo por un lado, para acabar llegando al Cristo de la Expiración “El Cachorro”, de Ruiz Gijón, que deja libre por completo tanto un lado de la cadera del Cristo como el otro, con un movimiento del paño de pureza que simula a la perfección el viento que debió generarse al llegar las tinieblas en el momento de su muerte.

La iconografía de Cristo en la cruz, incluso acompañado de los dos ladrones, era una escena fetiche para cualquier artista que se prestase, ya que tenían que acudir a cadáveres para, literalmente, hacer un estudio de la muerte, del rigor mortis, de la posición de las articulaciones y la gesticulación de los cuerpos en una situación tan extrema.

La Inquisición no permitía el uso de cadáveres, por lo que muchos de ellos acudían clandestinamente a la adquisición de estos cuerpos para el estudio de los mismos. Esto permitió el desarrollo artístico y ganar en realismo y naturalidad en las representaciones que hoy día tenemos de nuestros crucificados.

Resurrección del Señor. Bartolomé Esteban Murillo (1650-1660). Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid.

Finalmente, el misterio glorioso de la Resurrección de Cristo es otro relato muy representado para mostrar desnudos, ya que precisamente, lo principal era mostrar que el cuerpo de Jesús estaba vivo, una excusa más para los artistas de poder hacer estudios anatómicos y gesticulaciones, como es el caso del Resucitado de Jerónimo Hernández o la pintura de la Resurrección de Bartolomé Esteban Murillo.

Desnudos de santos

San Sebastián será uno de los santos más representados en este mundo del desnudo católico. Primeramente, por su simbología, es uno de los primeros mártires cristianos, por eso es patrón de muchas localidades de nuestra geografía. A parte de esto, al final, importaba lo que comentamos a lo largo de este artículo. Se busca mostrar el desnudo sin que eso influya en la moral católica. Este santo murió asaeteado por orden del emperador Diocleciano. El estar atado a un árbol, las flechas clavadas, todo genera un juego de movimientos forzados y ese estudio anatómico del que tanto estamos hablando que todo pintor e imaginero deseaba tener a su disposición.

San Sebastían. Guido Reni (h. 1619). Museo Nacional del Prado, Madrid.

Otras escenas muy representadas eran las tentaciones de San Jerónimo. Si, el Doctor de la Iglesia que antes mencionábamos contra el desnudo. Pues dos tazas le tocaron al bueno de Jerónimo. Muy representado a lo largo de la Historia del Arte en su retiro espiritual y normalmente acompañado de la cruz y una piedra con la que se golpeaba el pecho. Lo podemos ver en la soberbia obra de Pietro Torrigiano en el Museo de Bellas Artes de Sevilla donde los clarososcuros, las posturas forzadas con la rodilla clavada al suelo permiten llegar al artista a una expresividad extraordinaria.

San Jerónimo. Pietro Torrigiano (h. 1525). Museo de Bellas Artes de Sevilla.

En conclusión, pese a la férrea moral cristiana respecto al rechazo del desnudo en los desarrollos teológicos que tuvo, finalmente hay una gran cantidad de representaciones de desnudos, muchas más incluso de las mencionadas, en el orbe católico. También gracias a la picaresca de muchos artistas a la hora de buscar la excusa de la temática para poder representar lo que deseaban.

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