COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE EL ARTE DE LA PINTURA
CONTEXTO HISTÓRICO
Al pensar en las obras de arte barrocas, lo que observamos es opulencia y desbordamiento, gestos pretenciosos y grandes acontecimientos entre el cielo y el abismo, entre el amor y la muerte. Si los artistas renacentistas pusieron orden en el mundo visible, los pintores barrocos buscaron la vida y la encontraron en el movimiento.
La época del barroco se extiende aproximadamente entre 1580 y 1750, por lo que, desde el punto de vista cronológico, El arte de la pintura, obra de arte pintada por Johannes Vermeer hacia 1665, se sitúa en su centro.
Johannes Vermeer fue uno de los pocos artistas de los Países Bajos que pintaba la vida cotidiana de la gente sencilla. Tomaba nota de una sociedad hasta entonces inexistente en el arte o que, estaba presente para que las clases altas parecieran más nobles por contraste con las bajas.
Los pintores neerlandeses pintores a campesinos en plena cosecha, a mujeres en el mercado, a familias patinando sobre hielo y a hombres en la taberna. En sus obras pictóricas se observa el amor a la vida real pintado con absoluta modestia.
Los neerlandeses habían combatido contra sus soberanos, los reyes españoles. Habían inundado gran parte de su país para expulsar a las tropas españolas y abonares grandes cantidades de dinero para evitar el saqueo de sus ciudades. En 1648 la paz de Westfalia confirmó la división del país; las provincias meridionales continuaron en España y las septentrionales formaron los Países Bajos, la actual Holanda.
Para los artistas del norte, la victoria significó la pérdida de sus clientes tradicionales, que eran la Iglesia y la Aristocracia hispanoborgoñona. Los pocos nobles que quedaron apenas tenían dinero.
Los artistas buscaron entonces nuevos clientes y los encontraron entre los burgomaestres, los grandes comerciantes y los artesanos y agricultores enriquecidos. Y, como lo hizo la aristocracia con el mundo de su propia condición, también los nuevos clientes querían ver en sus obras pictóricas a personas como ellos y en sitios como los que ellos habitaban.
JOHANNES VERMEER
Johannes Vermeer pintaba tres o cuatro cuadros al año, con cuyos ingresos no podía mantener a su mujer y a sus 15 hijos, por lo que casi siempre dependía de la ayuda del resto de la familia.
A su muerte, se subastaron las obras que quedaban en su casa para pagar a sus acreedores. Antes de realizarse el inventario familiar, su viuda puso rápidamente en manos de su madre El arte de la pintura, que todavía era propiedad de Vermeer.
ANÁLISIS DE LA OBRA
En El arte de la pintura, la luz entra por la izquierda, donde tiene que existir una ventana, aunque no se ve. En los Países Bajos los mapas formaban parte de la decoración de las viviendas, como lo demuestran tanto las obras de Vermeer y de sus contemporáneos como las listas de los inventarios.
Según los inventarios, los mapas se presentaban en dos versiones, una para el uso práctico y otro para la decoración. Actualmente, se conserva un ejemplar de este mapa del primer tipo pintado por Vermeer. Los mapas otorgan a su propietario el prestigio de alguien interesado por las cosas terrenales.
La mujer retratada aparece con una corona de laurel, posa en calidad de musa antigua. Dado que la viuda de Vermeer dio a la obra el nombre de El arte de la pintura, debería tratarse de la musa de la pintura, la cual, sin embargo, no existía en la Antigüedad. Descubrieron una nueva figura alegórica, que Vermeer representó como Clío, musa de la historia, probablemente porque el cuadro de historia era la categoría artística mejor valorada.
El libro de sus brazos y el que se encuentra sobre la mesa representan la historiografía, la trompeta anuncia las acciones heroicas y la corona de laurel simboliza la gloria. El modelo en yeso de la mesa podría aludir también al pasado.
El objeto más poderoso de esta estancia es la cortina; empieza en el ángulo inferior izquierdo, impide la visión de la trompeta en toda su plenitud y cubre casi la mitad superior del cuadro. Formaban parte del mobiliario de la casa. Vermeer pintó muchas veces la cortina con motivos florales de su taller.
Hizo lo mismo que otros maestros del Barroco, que usaban gruesos tejidos suspendidos para crear un ambiente especial alrededor de sus personajes o que simplemente se proponían llenar decorativamente un ángulo superior del cuadro. La cortina en Vermeer no es accesoria, sino parte de la decoración. A diferencia de lo que sucede en la mayoría de los cuadros barrocos, la cortina no cuelga detrás de los personajes, sino delante de ellos.
Vermeer muestra a un pintor trabajando. Era un motivo muy habitual en el siglo XVII y reflejaba un alto nivel de autoestima. Para festejar su propia labor artesana o su arte, los pintores del pasado recurrían a San Lucas. Según la leyenda, la Virgen María se apareció a San Lucas, quien la pintó, por lo que en la Edad Media fue declarado patrono protector de los pintores y de las profesiones afines.
También existía en Delft una Hermandad de San Lucas; Vermeer la presidió en dos ocasiones. En 1661 la hermandad habilitó nuevas salas y cabe suponer que Vermeer hubiera concebido El arte de la pintura para ellas. Pero esto es solo una especulación.
Vermeer no se atuvo a la tradición cristiana, sino que pintó a una especie de Clío, o, más exactamente una joven que posaba como una musa antigua. Se quedó con la realidad y con las gentes que prefería en su pintura y que poblaban casi en exclusiva su mundo plástico: mujeres de entre 15 y 35 años, es decir, siempre en edad fértil. No pintó desnudos y tampoco pintó ancianos ni ancianas y sus niños eran figuras secundarias.
Si sus salas aparecen siempre limpias y despejadas, sus mujeres siempre se encuentran cuidadosamente vestidas. En las obras de Vermeer todo es discreto y sencillo.
Normalmente en la historia del arte las cabezas aparecen dispuestas de tal modo que el espectador se forma rápidamente una idea de lo que cabe esperar de ellas; los retratos de los reyes reflejan dignidad y poder y los de la burguesía, éxito y prosperidad. Vermeer se mantiene en una nebulosa, envuelve a sus figuras con la discreción, se podría decir incluso que deja en paz el maravilloso rostro de la joven.
El rostro del pintor aparece oculto. La representación del entorno es satisfactoria desde el punto de vista de la perspectiva y fiel a los detalles; con sus depresiones y sus ondulaciones, el mapa constituía entonces un ejercicio de alarde de la pintura realista.
Vermeer era realista solo cuando le interesaba. Sus espacios constituyen un entono más bien imaginario. Los configuraba a modo de cajas teatrales en las que sus protagonistas actuaban protegidos del mundo exterior. En ocasiones pintaba sus cortinas como si estuvieran a punto de caer y de arrebatarnos el escenario.