COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE LA ALEGRÍA DE VIVIR DE HENRI MATISSE
CONTEXTO HISTÓRICO
Henri Matisse participa en el Salón de Otoño de 1905, celebrado en la capital francesa, y asienta las bases para una auténtica revolución en la práctica pictórica. Junto a él, Maurice de Vlaminck y André Derain ponen de manifiesto la principal preocupación de los nuevos artistas con ansias de un cambio de paradigma: explorar y explotar al máximo el potencial de la pintura como medio de expresión. Esto es, por supuesto, a través del color.
Desde las colonias francesas en el África occidental, llegan a la ciudad todo tipo de souvenirs, destacando las telas de llamativos colores, los objetos rituales y las máscaras, el elemento que va a determinar todo el arte contemporáneo. Así, cuando Vlaminck compra unas máscaras al dueño de un café en Argenteuil, no duda en mostrarlas a sus compañeros, generando toda una serie de debates sobre la finalidad del arte y la libertad de creación.
Esta libertad se refiere tanto al apretado corsé del academicismo como a los principios que derivan del mismo y que hasta ahora tenía que perseguir toda obra. Entre ellos, se encuentra el concepto de belleza. Viendo estos rostros tallados en madera, se dan cuenta de que el arte entraña una fuerte capacidad simbólica hasta entonces relegada en un segundo plano.
La imagen naturalista ya no es el principal cometido de los artistas, que ahora buscan mostrar el alma de los temas y las escenas que plasman en los lienzos. En su opinión, el tema y el modo de representación deben ir de la mano, generando obras cargadas de emoción, tanto en forma como en contenido. Si hasta este momento la elección de colores partía de una necesidad de equilibrio y armonía, ahora cada tono actúa junto al resto en pro de la conmoción en quien observa la composición.
Vincent Van Gogh y Paul Gauguin actúan como grandes precedentes, debido al papel que desempeña el color en sus creaciones, pero este grupo de artistas inquietos buscan conectar con sus propios orígenes. Buscan dialogar con una realidad más simplificada y pura, una realidad casi onírica, donde reina la emoción.
Volviendo al Salón de Otoño, Matisse, Vlaminck y Derain muestran sus obras en la misma sala gracias a la intervención del primero. Así, si por separado estas piezas ya resultan impactantes, el público, que recién aterriza en el nuevo siglo, se encuentra absolutamente escandalizado ante esta saturación de color. Louis Vauxcelles, reputado e influyente crítico, acude a la exposición y, en shock, escribe sobre estas obras realizadas por auténticos fauves. De esta manera, da nombre a un grupo de creadores (fauves, salvajes) y su arte: el fauvismo.
«La creatividad requiere valentía», Henri Matisse (1869-1954).
Es preciso aclarar que esta nueva corriente no constituye realmente un movimiento ni un estilo, debido a la ausencia de un manifiesto o de normas a las que respondan todos sus miembros. Estos artistas comparten inquietudes e ideas respecto a la pintura y el arte en general, pero conservan en todo momento su carácter particular.
Por ende, una vez hacen evidente su necesidad de experimentación y renovación de manera conjunta en el Salón, continúan sus carreras de forma independiente. Lo hacen avanzando en direcciones diferentes, aunque con un mismo punto de partida. De este modo, cuando Matisse pinta La alegría de vivir, responde a una pulsión creativa absolutamente personal, pero sin olvidar en ningún momento sus inicios.
ANÁLISIS DE LA OBRA
La alegría de vivir nos transporta a una escena pastoral, atendiendo al tradicional género del paisaje. Sin embargo, nos muestra una realidad en absoluto ortodoxa o académica.
Hombres y mujeres disfrutan de su propia existencia en un entorno natural –tan natural que aparecen desnudos–, con árboles enmarcando el espacio y el mar al fondo. Se encuentran en Arcadia, un país imaginario donde reina la felicidad. Esta deriva de la sencillez y el vínculo entre la naturaleza y los pastores que la habitan.
Se trata de una composición piramidal. En ella, el uso del color determina el orden en que cada elemento va a ser percibido por la mirada de quien observa la obra.
En primer lugar, vemos a la pareja tendida en el suelo en la esquina inferior derecha, fundiéndose en un beso. A continuación, a las dos muchachas tumbadas en el centro. Por último, admiramos la danza que se celebra en la lejanía. Este baile en grupo será recuperado por el artista en La danza.
Por el camino, nos encontramos con una mujer envuelta en flores, pastores tocando la flauta y, en definitiva, personas en pleno contacto con la naturaleza. Con la combinación de diferentes tonalidades de amarillo y ocre, Matisse genera un contraste entre el paisaje y el rosa de los cuerpos. Los detalles en rojo, a su vez, captan y mantienen la atención del espectador.
Existe, por tanto, un equilibrio entre el color y las formas. Ambos dialogan de tal modo que generan un ambiente apacible. Los contornos están trazados con una finísima línea que delimita la ampulosidad de los cuerpos. El pintor genera una belleza casi embriagadora. Invitando al público a sumergirse en una escena donde solo hay cabida para emociones positivas, alegres, donde la vida misma es motivo de celebración.
Tras desafiar el orden establecido con la pintura fauve, ahora Matisse avanza hacia un estilo propio. Ha dado protagonismo al color para despertar las emociones más primigenias del ser humano. En consecuencia, en La alegría de vivir crea una pintura donde predomina la calma. La sensualidad es tal que la totalidad de la escena resulta ingrávida.
Atendiendo a su contexto, la obra se comunica con las propuestas literarias de finales del siglo XIX y en la doctrina filosófica del hedonismo. Matisse ha alcanzado su madurez como artista y decide que el arte debe ser como “un buen sillón” en el que dejarse caer al final del día en busca de tranquilidad.
En medio de una vida cada vez más tumultuosa, en la obra de Matisse somos conscientes de la alegría que debe suponer estar vivos y de la sencillez a la que bajo ningún concepto podemos renunciar.
Sol, flores, música y comunidad: es la esencia del vivir.
BIBLIOGRAFÍA
Gompertz, Will. ¿Qué estás mirando? 150 años de arte moderno en un abrir y cerrar de ojos. Madrid: Taurus, 2013.
Hodge, Susie. Breve historia del arte. Barcelona: Blume, 2017.
Stangos, Nikos. Conceptos de arte moderno. Madrid: Alianza, 1987.