La crucifixión de Giovanni Donato da Montorfano

Ficha técnica

Título: La Crucifixión
Autor: Giovanni Donato da Montorfano
Cronología: 1495
Estilo: Renacimiento. Quattrocento
Materiales: Fresco
Ubicación: Santa María delle Grazie. Milán, Italia.
Dimensiones: 880 x 455 cm

COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE LA CRUCIFIXIÓN DE GIOVANNI DONATO DA MONTORFANO

CONTEXTO HISTÓRICO-ARTÍSTICO

Nos adentramos en uno de los contextos históricos más trascendentales de la Historia del Arte, precisamente, con una de las obras que más nos permiten analizarlo, a pesar de que, triste e incomprensiblemente, su fama no sea tan “popularizada” en el imaginario como lo son otras piezas artísticas del Renacimiento.

A la hora de contextualizar a este majestuoso, el periodo conocido como Renacimiento, es lo que se denominó a un amplio movimiento cultural que se produjo en Europa Occidental durante los siglos XV y XVI. Fue un periodo de transición entre la Edad Media y los inicios de la Edad Moderna.

Considerada como una de las épocas de la humanidad más vibrantes en los campos del pensamiento, de las ciencias naturales y humanas, y en las artes (gracias a la importancia e influencia de los mecenazgos), tendría su punto de origen en la bella ciudad italiana de Florencia, extendiéndose con rapidez por el resto del continente europeo.

El Renacimiento fue fruto de la difusión de las ideas del humanismo, que determinaron una nueva concepción del hombre y del mundo. Precisamente el término “Renacimiento”, se utilizó como reivindicación de ciertos elementos de la cultura clásica griega y romana, y se aplicarían originariamente como una vuelta a los valores de la cultura grecolatina y a la contemplación libre de la naturaleza tras siglos de predominio de un tipo de mentalidad más rígida y dogmática establecida en la Europa medieval, que así es como se ha considerado de manera peyorativa al medievo, por ser ese “oscuro” pasaje que interrumpió los florecimientos clásicos.

En relación a este último aspecto, fue el historiador y artista Giorgio Vasari fue el primero que utilizó la palabra «Renacimiento» (rinascita) para describir la ruptura con la tradición artística medieval, a la que calificaba como un estilo de bárbaros, que más tarde recibirá el calificativo de Gótico. Vasari opinaba que las artes habían entrado en decadencia al hundirse el Imperio romano y solo habían sido rescatadas por los artistas de la Toscana a partir del siglo XIII.

Con el tiempo, varios teóricos han hablado de la catalogación más idónea para este periodo, siendo en el siglo XIX, el historiador francés Jules Michelet, el que establecería el concepto más actual que se ha tenido del Renacimiento, en su obra Renaissance et Réforme, publicada en 1855.​

Por primera vez, Michelet usó el término en el sentido de un periodo histórico, que abarcaría desde el descubrimiento de América hasta Galileo, y lo consideró más importante por sus desarrollos científicos que por el arte o la cultura.

ANÁLISIS DE LA OBRA

En la ciudad de Milán, concretamente en el Convento de Santa María delle Grazie, se encuentra, además de la célebre y referencial obra de Leonardo da Vinci: “La Última Cena”, una pintura de gran riqueza compositiva titulado en italiano «La Crocifissione”, realizado por el pintor milanés Giovanni Donato da Montorfano hacia el año 1495. Discípulo del artista Vincenzo Foppa, Montorfano pintó para el refectorio de los dominicos de la mencionada Santa María delle Grazie de Milán, un considerable fresco, que ha llegado a nuestros días bastante bien conservado.

Si analizamos la obra con detenimiento, se sabe que la composición realizada por Montorfano sigue el estilo gótico tardío lombardo característico de la época, y donde se puede destacar la utilización de colores vibrantes y detalles expresivos para representar la dramática escena de la crucifixión. Debido a su gran magnitud, nos centramos en analizar los puntos referenciales de la escena.

En ella, es representada el Calvario de Jesús de Nazaret, figura central y situada a un nivel superior, rodeado de cuatro ángeles. A sus laterales se encuentran Dimas y Gestas, más conocidos como el Buen Ladrón y el Mal Ladrón. Éstos, a diferencia de aquél, se encuentran atados con cuerdas a la cruz y no crucificados. Su identificación es sencilla porque generalmente el Buen Ladrón está colocado a la derecha de Cristo, mirándole de frente y con un semblante tranquilo; en cambio, el Mal Ladrón está a su izquierda, mirando hacia abajo y con gesto de sufrimiento.

Además, en la cabecera del primero aparece un ángel que aguarda su muerte para llevar su alma a los cielos, ya que se ha arrepentido de sus pecados y ha sido perdonado, mientras que en la del segundo asoma un demonio de piel oscura que lo llevará consigo al infierno.

A los pies de Jesucristo llama la atención la figura desolada de María Magdalena. Aparece a la altura de los ojos del visitante, llorando horrorizada y abrazada al madero. A la derecha de Jesucristo aparece la Virgen María ataviada con un manto azul y acompañada de un grupo de mujeres.

Son las Santas Mujeres o las Tres Marías, habitualmente representadas de forma secundaria en la iconografía cristiana y cuyas identidades exactas son discutidas. A su izquierda, nos mira con tristeza una silueta solitaria que intuyo es el Apóstol San Juan. Ya en un segundo plano una muchedumbre de soldados y hombres a caballo, pintados con gran detalle, les rodean sobre un fondo en el que se atisba la ciudad de Jerusalén.

El gusto de esta obra está, por tanto, perfectamente en consonancia con el estilo expresado en la decoración de la iglesia y el convento de Grazie en las últimas décadas del siglo XV. Sin embargo, la obra de Montorfano sufrió injustamente una penalización frente a la gran obra maestra de Leonardo, que acentuó desde su creación el abismo que dividía el entorno pictórico milanés del uno toscano.

De hecho, un concepto de perspectiva unitaria está totalmente ausente en la composición, hasta el punto de que los numerosos personajes que se agolpan en la parte inferior de la escena aparecen distribuidos en diferentes niveles, pero sin ningún sistema constructivo que cree efectos de profundidad. La única referencia a la tradición figurativa moderna es la ciudad de Jerusalén situada en el centro del paisaje al fondo, probable recordatorio de las obras arquitectónicas de Filarete y Bramante.

CURIOSIDADES

  • El propio Leonardo Da Vinci quiso dejar su sello en la obra de Montorfano, y pintó en cada esquina «el retrato de los donantes», es decir las figuras de su mecenas, el duque de Milán, Ludovico Sforza, su mujer Beatriz de Este y sus dos hijos (Maximiliano está con su padre y Francisco junto a su madre), de modo de evocar a quien encargó la  obra. Tristemente hoy se encuentran deslucidas, debido a la técnica que utilizó.
  • Cabe destacar, que el propio Giovanni Donato da Montorfano fue el más destacado de una familia de artistas y La Crocifissione su obra cumbre. Él mismo sintió orgullo al ver su trabajo terminado y, como puede observarse en la parte inferior de la pintura, bajo los pies de la Magdalena, dejo constancia de su autoría.




BIBLIOGRAFÍA

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