Staatliche Bauhaus: La turbulenta historia detrás de una academia revolucionaria
Entre las ruinas y cenizas de las guerras mundiales del siglo XX surgieron algunos de los más grandes movimientos, escuelas y grupos artísticos de la edad contemporánea. Caracterizadas por su rupturismo y su cuestionamiento a la estética tradicional, estando altamente influenciadas por las revoluciones y revueltas que habían tenido lugar durante el último siglo, las vanguardias artísticas y arquitectónicas llegaron a poner en duda toda norma establecida dentro del mundo del arte.
Entre las varias academias que emergieron durante este período, hubo una que se caracterizó por su multidisciplinariedad, abarcando artes como la pintura, la escultura, el teatro y la fotografía, además del diseño industrial. Esto estaba muy ligado con sus ideales sociales, creyendo firmemente que la mejoría a nivel sociedad se podía lograr mediante las bellas artes.
“¡El fin último de todo arte es el edificio! En otro tiempo, su decoración fue la más noble tarea de las artes plásticas, las cuales eran imprescindibles para la gran arquitectura. Hoy en día permanecen en un satisfecho aislamiento, del cual sólo podrán ser redimidas a través de la cooperación consciente de todos los artesanos. Arquitectos, pintores y escultores deben conocer y comprender de nuevo la naturaleza compleja de un edificio, en cuanto totalidad y también en sus partes.”
Así, recalcando la importancia de la unidad y convivencia de toda forma artística, comienza el manifiesto escrito en 1919 por el arquitecto Walter Gropius, que se convertiría en el texto fundacional de una de las escuelas de arquitectura y diseño más importantes del siglo XX: La Bauhaus.
El nombre “Bauhaus” nos resuena a todos aquellos que alguna vez hemos estudiado historia del arte contemporáneo, particularmente por sus miembros de mayor renombre, como Paul Klee, Láslo Moholy-Nagy y Wassily Kandinsky.
También hay múltiples elementos del diseño, la estética, la arquitectura y el arte contemporáneo cuyo crédito se adjudica a la academia, como la frase “Less is more (menos es más),” que se le atribuye al último director de la Bauhaus, Ludwig Mies van der Rohe, quien fue también uno de los pioneros de la arquitectura moderna y partidario del movimiento arquitectónico minimalista.
El ideario artístico vanguardista que la caracterizaba revolucionó el mundo del diseño industrial y la arquitectura, pero esto mismo la convirtió en una institución controvertida y, desde el momento en el que empieza a gobernar el Partido Nacionalsocialista Obrero dirigido por Adolf Hitler, también perseguida.
La escuela Staatliche Bauhaus, alemán para “Casa de la Construcción Estatal”, fue fundada por el diseñador belga Henry van de Velde, si bien la Bauhaus como la conocemos nace bajo el alero del arquitecto Walter Gropius en la República de Weimar un año después del término de la Primera Guerra Mundial.
En medio de los traumas revolucionarios producto de la caída del Imperio Alemán, la institución se convierte en un nicho que recopila las nuevas ideas y conceptos de diseño que habían tenido cabida durante las dos primeras décadas del siglo XX.
Fue el mismo Gropius quien escribió “El manifiesto Bauhaus de 1919” que se ha mencionado anteriormente, en el cual deja en evidencia los ideales que la caracterizaban:
“¡Construyamos pues un nuevo gremio de artesanos sin la distinción de clases que levanta un muro de arrogancia entre artesanos y artistas! Permitámonos todos juntos desear, concebir y crear el nuevo edificio del futuro, que combinará todo en una única forma: arquitectura, escultura y pintura, y que un día se alzará hacia el cielo de la mano de un millón de artesanos como símbolo cristalino de una nueva fe.”
Gropius hizo público este manifiesto mediante folletos estampados por Lyonel Feininger, dejando ver una clara posición ideológica de la escuela, si bien en la práctica no se aplicó realmente.

Sus maestros, como Kandinsky, Klee y Schlemmer, y su círculo de amigos, como Einstein y Chagall, hicieron que la academia atrajera a brillantes estudiantes, llevándola al más alto nivel.
A pesar de esto, el gobierno derechista en Weimar reduce el presupuesto de la Bauhaus en 1925 y la obliga a irse de esta primera sede, siendo acogida por el alcalde de la ciudad de Dessau en su icónico edificio de planta asimétrica y ventanas horizontales, donde se mantuvo hasta 1932. Tras constituirse durante solo un año en Berlín, en 1933, año en el que se asienta el nazismo en Alemania, las puertas de la Bauhaus se cierran de forma definitiva.

La Bauhaus mimetiza lo que sucede en la República de Weimar: ambas nacen en medio de una gran confusión política y, posteriormente, caen por culpa de ésta. El Partido Nacionalsocialista Obrero denominó a la escuela como un “semillero de bolcheviques” y llamó a sus miembros “artistas degenerados”, culminando en su clausura en manos de las tropas de asalto nazis en 1933.
Algunos de sus miembros más notables emigraron (ya sea exiliados o de forma voluntaria) a Estados Unidos, uniéndose a la élite artística norteamericana y aportando a sus movimientos de arquitectura moderna, ayudando mediante un intercambio cultural a la creación de un incipiente concepto globalizado de la estética arquitectónica denominado “Estilo Internacional”. Otros se quedaron en Europa, participando en importantes círculos de artistas y profesando los ideales de la academia que los formó y acogió por tantos años.
Walter Gropius y Mies van der Rohe, ambos exdirectores de la escuela, se dedicaron a la academia estadounidense, en las universidades de Harvard y el Instituto de Tecnología de Illinois respectivamente.
Wassily Kandinsky emigró a París y se unió a los círculos de arte abstracto, manteniendo su influencia en este movimiento. Paul Klee volvió a Suiza, su país natal, donde siguió dedicándose al arte hasta el fin de sus días. László Moholy-Nagy, que en la escuela se dedicó principalmente a la docencia del trabajo con metales y la imprenta, cambió de rubro temporalmente y se dedicó a la cinematografía en Londres.
Luego, tras mudarse a Estados Unidos, al igual que Gropius y van der Rohe, es invitado a dirigir la New Bauhaus en Chicago, que posteriormente pasó a llamarse Instituto de Diseño de Chicago (IIT Institute of Design), la cual por mucho tiempo siguió los principios y doctrinas de la antigua academia de Weimar. Sin embargo, esta fue la realidad de muy pocos. Gran parte de los profesionales de la Bauhaus acabaron dejando la profesión y viviendo vidas marginales, algunos convirtiéndose incluso en vendedores y taxistas.
Rara vez la historia es blanca o negra y esta no es la excepción. Por más que en papel la institución presente una posición liberal y socialista, considerándose como un centro de refugio y resistencia de izquierda, muchos de los miembros de la Bauhaus colaboraron con el régimen nazi después de la clausura de la academia.
Tras una investigación de tres años, se llevó a cabo una exposición en Weimar llamada “Bauhaus and the National Socialism” donde se expone que una parte importante de sus miembros siguieron trabajando en Alemania después del triunfo nazi, donde más de alguno aportó al Partido Nacionalsocialista y al Schutzstaffel, sus escuadras de protección, aceptando comisiones artísticas para crear retratos de Adolf Hitler, entre otras piezas, siempre basándose en la apreciación del régimen por el arte sin ornamentación, contrario a lo que solían defender.
De los 1.400 miembros de la Bauhaus, al menos 900 se quedaron en Alemania. De estos, 16 formaron parte de una exposición de arte nazi realizada en 1937. Oskar Schlemmer y Friedrich Engemann fueron dos de los más conocidos, además de Fritz Ertl, que diseñó crematorios para deshacerse de los cadáveres en los campos de concentración, si bien él dice no haber sabido para qué serían utilizados sus diseños.
Franz Ehrlich, que fue estudiante de la Bauhaus y fue encarcelado por simpatizar con el Partido Comunista, también cedió ante la tentación de colaborar con el Tercer Reich, diseñando la entrada del campo de concentración de Buchenwald, que se ubicaba en las afueras de Weimar, utilizando la misma tipografía que se utilizaba en la academia. La otra cara de la moneda son los 24 miembros de la Bauhaus que fueron asesinados en los campos de concentración, hallándose entre ellos la pintora Friedl Dicker-Brandeis y la artista textil Otti Berger.

Si bien la Bauhaus pasó a la historia como una escuela rupturista y de espíritu revolucionario, el golpe del Tercer Reich y sus consecuencias en Alemania llevaron a gran parte de sus miembros a ceder ante el poder totalitarista del Nacionalsocialismo, ya sea por miedo, conveniencia o ignorancia voluntaria.
De no ser por aquellos que decidieron difundir y globalizar sus conocimientos en el extranjero, existe una gran probabilidad de que el pensamiento, desarrollo y elaboración característicos de la Bauhaus hubieran muerto con el desmoronamiento de la República de Weimar.
En un momento de la historia donde la mayoría decidió ponerse de rodillas ante la banalidad del mal, fue una potente minoría, de corazón valiente y sangre rebelde, la que salvó el ideario que cambió el concepto de arte y diseño para siempre.
BIBLIOGRAFÍA
GROPIUS, Walter: El manifiesto Bauhaus de 1919. Weimar, 1919.
SUDJIC, Dejan: “B de Bauhaus”, B de Bauhaus: Un diccionario del mundo moderno. Madrid, 2014.
WITTENBERG, Stella: Exilios en la Bauhaus, ARBOR: Ciencia, Pensamiento y Cultura, N° 739, 2009. pp. 941-951.
WEBGRAFÍA
EL PAÍS:
https://english.elpais.com/ (consulta: 22/07/2024)
INFOBAE:
https://www.infobae.com/america/cultura-america/2019/05/27/100-anos-de-la-bauhaus-de-la revolucion-del-diseno-a-la-persecucion-nazi/ (consulta 20/07/2024)
REVISTA DESBANDADA: https://revistadesbandada.com/2020/09/29/la-bauhaus/ (consulta: 22/07/2024)