COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE POLVO SERÁN, MÁS POLVO ENAMORADO
ANÁLISIS DE LA OBRA
Polvo serán, más polvo enamorado es un alegato de amor eterno, hasta el fin de las consecuencias de la vida, o al menos como fuerza que se impone. Una suerte de idealización cumplida. Un réquiem iconográfico de su perspectiva del amor. Dos cráneos que destilan una gran fuerza y ternura, de entre su crudeza inherente, emana un posible dominio del amor satisfecho, una exaltación del sacrificio juntos, de la lucha contra las vicisitudes, del amor sobre todas las cosas, del tipo que sea.
La capacidad expresiva de esta imagen es de un gran impacto visual, tal que dignifica al amor en el merecido altar ritual al que todos deberíamos rendir tributo. Flor Garduño enmarca su fotografía con el título de un verso de Quevedo perteneciente al soneto Amor constante, más allá de la muerte:
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;
mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.
Se aglutina en perfecta sincronía fotografía y poesía, como los dos lenguajes que son. La poética barniza este retrato con su brillo translúcido intenso, con esa patina que todo lo embellece. También por extensión el existencialismo. Algo propio de las vánitas que advierten, o más bien recuerdan de buena fe, el paso calmado pero indetenible del tiempo, de la importancia de aprovechar el efímero presente, de exprimir la evanescencia de todo cuanto no resiste el tiempo.
Esta composición es una vánitas contemporánea, que bebe de obras clásicas como las del Barroco. Dichos versos debieron remitir a la imagen encontrada, o motivaron la fotografía, o quizá fluyese el proceso creativo en ambas direcciones, produciéndose una retroalimentación, como frecuentemente ocurre en cualquier acto creativo. Es por tanto un poema hecho imagen, a imagen fidedigna. Ella misma ha confesado que su formación fotográfica es puramente pictórica, pero también se nutre del arte de las culturas antiguas. Es de esas fotografías que te desgarran dulcemente a la reflexión, que te precipitan a una serie de preguntas.
Aparece como una revelación, que dura un parpadeo, y como en toda revelación hay una desnudez de la realidad. Las dos calaveras, y algunos restos óseos, también son una forma de desnudo, de los adentros. Están ornamentadas con motivos vegetales leñosos espirales y florares secos, que conforman un altar de rememoración y culto en una colina, tras de sí un cortado terroso estratificado y el horizonte queda bajo por un cielo cubierto en donde asoma afilada y baja la luz de sol.
Una luz tamizada por las nubes por un lado y cortada por el horizonte que conforma este claroscuro que dota a la escena de trascendencia. Hay una serie de contrastes horizontales sucesivos, desde el sustrato donde reposan los huesos, seguido del cortado al fondo, la franja del cielo luminosa y luego la densa masa nubosa, oprimiendo los ojos hacia el centro de atención, ante lo que se impone en el rombo formado por el altar en donde sobre todo una calavera resplandece.
Todo un conjunto de artefactos artísticos que confluyen con clarividencia para abocarnos al instante poético. Son muchos los detalles técnicos que hacen sus fotografías asombrosas, aunque el público en general no los vea, ni es necesario, hace que los sientan. El uso de los contrastes, no solo lumínicos, es un recurso muy singular en ella, reflejo de la vida misma que no es precisamente una melodía al unísono. Es un retrato, un bodegón, una vánitas, un paisaje, un autorretrato, un retrato psicológico, un aviso amable, es una invitación al pensamiento profundo.
Una obra que se estampa iconográficamente en la memoria, destacándose, de fuerte poder recordatorio; al contactar en la retina, deja un rastro luminoso. En sus fotografías es común encontrar pulsos de fuerzas opuestas como el misticismo y la realidad inmediata, la vida y la muerte, la oscuridad y la luz, ecos antiguos y modernos. También es difusa la separación entre la realidad y el ensueño, son estados intermitentes que se entrecruzan, conviven o a veces se duda a cuál momento pertenecen.
Flor Garduño trabaja en blanco y negro (impresión al carbón, platino paladio o gelatina de plata), en donde el juego de luces es de un dominio magistral, así como entre lo iluminado y las sombras, en contraposiciones rítmicas.
Los motivos de sus obras oscilan entre la diversidad cultural mexicana con raíces ancestrales, y sus aspectos antropológicos inseparablemente, y también por extensión latinoamericana, el paisaje como personaje fundamental, la cotidianidad de la sociedad (más habitualmente rural), el mundo de los objetos que ella llama naturalezas silenciosas, la naturaleza en conjunto, paisajes ficticios y otras inventivas creativas, el desnudo, todo ello con frecuencia imbricado en buena medida, como temas que la definen, en una misma fotografía.
Los temas se mimetizan y fusionan, como la mujer con las plantas. Además, son muy comunes las transfiguraciones humano-animal, a modo de bestiario, a camino del juego y la tradición, dando lugar a arquetipos de resonancia lejana. Aunque fundamentalmente, como puso de relieve en la exposición Trilogía, los objetos, los animales y la mujer son los tres ejes en torno a los que se conforma su obra.
Un collage estilístico que plasma su identidad fotográfica. El escenario en que se realizó esta fotografía fue en la población de Toledo (Bolivia), y pertenece al trabajo titulado Testigos del tiempo. Y que además homenajea a Quevedo y sus poemas de amor. Otra vánitas es la realizada en México en 2019. Durante el estudio de artes visuales en la Academia de San Carlos (Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM) entabla amistad con la fotógrafa húngara Kati Horna, en situación de refugiada, donde ejerció de su maestra durante dos años.
Un cruce determinante, iniciado en un taller optativo en el que reveló sus primeras fotografías; nada como dejarse llevar por los dictados de la voluntad. Como maestra le proponía ejercicios tales como disponer de una película semanal (de doce fotografías) para la Rolleiflex. De tal modo, que «cuando vi la foto, dije, allí está lo que quiero; algo sentido e inmediato, en comparación con la pintura o el grabado». Fue inevitable que llegaran a establecer una conexión especial. Al observar la elección de los motivos de su alumna en formación, Kati Horna con un gran bagaje cultural, se sorprendía. Así se fragua una afinidad de principios fotográficos.
Dos ejemplos de ello son la regla de componer en la toma y la premeditación pormenorizada de las fotografías. Posteriormente, fue asistente del fotógrafo mexicano Manuel Álvarez Bravo que al estar viendo su dos primeras fotografías al ser recomendada por Arnold Belkin le dijo a ella: «Espero, y le deseo, que siga haciendo primeras fotos toda su vida», sorprendido por su intensidad expresiva. Y no cabe duda de que fue así, su mosaico de fotografías constituye una cosmogonía propia, novedosa y de gran trascendencia.
Apelan a los sentidos y sentimientos con la sutiliza de su mirar sosegado, como su acento, perspicaz y penetrante. Estando un día con su nuevo maestro, casi desesperada por la llegada de las lecciones como eran antes habituales ante su maestra, habiéndose centrado por un tiempo tan solo en asuntos de laboratorio, le proporciona un libro de Rembrandt, y acabado, otro sobre Caravaggio.
Este último le conmovió aún más, de modo que, al fin, le alumbra con la importancia de entender la luz en esta disciplina, que etimológicamente viene a significar dibujar con luz. En lo que respecta a su faceta de desnudos, profusos en su cuerpo de trabajo, en la dimensión de su imaginario, parte de mujeres próximas, descubriendo una belleza de gran naturalidad, llena de autenticidad, al igual que sucede con la perfusión de belleza de cualquier otra de sus vertientes fotográficas.
Cabe destacar que su aproximación al cuerpo es bien distinta de la mayoría de los artistas que eran quienes hacían estos trabajos, a excepción de aquellos hombres capaces de sostener una mirada delicada y puramente centrada en la belleza y comunicación a través del cuerpo, como se matiza en otras mujeres, donde el tratamiento del desnudo es más sutil y sensible, como por ejemplo, los desnudos de la fotógrafa Imogen Cunningham. Lo que viene siendo un predominio de la mirada de artista, aquello de contemplar la desnudez con los ojos de artista, sin espacio a la cosificación e hipersexualización, sino una rendición a la captación de la belleza de esta naturaleza.
Aún no se ha celebrado una exposición retrospectiva sobre ella, y es que sus trabajos han ido presentándose por bloques temáticos, y sus respectivos libros que para ella son clave para mantener vivas sus fotografías, como son Magia del juego eterno, Mesteños, Flor, Photo Poche y Senderos de vida, entre otros, y actualmente se prepara sobre sus retratos.
En el verano de 2024, muy merecidamente, aunque han sido muchos los logros y reconocimientos obtenidos, Flor Garduño fue galardonada por la Secretaría de Cultura de México con la Medalla al Mérito Fotográfico en reconocimiento a su trayectoria. Como los grandes poemas, este poema visual resiste la intemperie de cualquier tiempo.
GALERÍA DE IMÁGENES
https://www.florgarduno.com/trabajo
BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA
FLOR GARDUÑO
https://www.florgarduno.com/acerca (Consulta 30/10/2024)
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