COMENTARIO HISTÓRICO ARTÍSTICO DE LOS PLACERES DEL BAILE
CONTEXTO HISTÓRICO-ARTÍSTICO
Tras tantas épocas de cambio y consideraciones, el Rococó quizás sea uno de los cortos estilos que se consoliden como algo claro y preciso. Quizás, cuando Antoine Watteau ejecuta este maravilloso óleo sobre lienzo no está pensando en aquel estilo cuasi galante que enuncia al pueblo francés, mas así sucedió.
Los placeres del baile es un cuadro costumbrista de la Francia de inicios del XVIII que supone un hito fundacional en lo que más tarde serán las vanguardias pictóricas. La influencia, el trazado y método de pintar del francés sorprendió tanto a sus coetáneos que es impensable y no se permite la comprensión de la vanguardia sin un vistazo rápido al estilo del propio Antoine Watteau.
La Francia de Luis XV era un país pacífico, tranquilo y sobre todo mundano. Abundante en proliferación económica e ideales.
Los placeres del baile no quiere mostrar más que esto mismo, una realidad cuidada, estilizada y transparente en la que se mece la burguesía al tono de obras sublimes. Los placeres del baile apenas pueden entenderse sin el placer de la melodía, y esto es un motivo fantástico dentro de la obra; una obra que se mueve, que se escucha y que nos invita sin miradas, sin romper la armonía a ser partícipes.
ANÁLISIS FORMAL E ICONOGRÁFICO
A pesar de la belleza y del trazo suave que deleita al espectador una vez observa esta tela, Watteau no era un pintor del montón. La composición no tiene nada que envidiarle a otras grandes obras de herencia renacentista o del barroco temprano. Y es que el pintor va a lograr sin despertar el intelecto externo otro baile. El baile de la mirada.
Watteau conduce nuestra mirada a través de diagonales y de puntos de fuga posicionados elegantemente entre los más de cincuenta cuerpos que parecen veladuras para llevarnos a lo que realmente importa en este lienzo: La conversación.
Comenzando por la derecha, el grupo pictórico forma una diagonal discreta que lleva directamente al fondo del paisaje. Este, también tiene su grandeza pictórica, su suavidad y su elegancia. La composición cierra en la izquierda, fijándose en la personalidad femenina que tiene el gusto de presentarnos el baile frente al muchacho galán que con movimientos -que podemos imaginar- pausados, baila.
Hemos llegado hasta el placer del baile mediante la conversación centrada en diferentes y pequeños grupos. Apenas sin darnos cuenta. La gente que habla y escucha es realmente aquello que le otorga sentido a la composición.
Otro factor a destacar dentro de una composición compleja es el estudio e interés arquitectónico que el pintor llega a mostrar en la obra. Los órdenes clásicos renovados y las esculturas que ofrecen toda su sensualidad y poder a la escena no están dispuestas por casualidad y nos muestra una faceta más del prototipo de hombre de la época, del hombre ilustrado.
El pintor así como los comentarios que se han escrito acerca de este cuadro han prestado mucha atención a la mujer enmarcada bajo las cariátides, la única vestida por un pigmento negro que podría romper al armonía en visiones poco fortalecidas. Ella gira su cabeza como buscando a otra persona, y directamente nos encontramos con otro grupo charlatán ajeno al baile.
Conversaciones por doquier, aunque intentemos rehuir de ellas y centrarnos en el baile y la melodía que -recuerdo- suena sin llegar a sonar, en nuestra percepción.
En el año 1741 una disgustada carta llega al Salón de Pintura bajo el anonimato de algún crítico o alguna crítica, y en resumidas cuentas expone que las gentes ahora llegan en carruajes hechos ‘más de ropajes que de carnes’.
Antoine Watteau, años previos a esa carta, años previo al máximo esplendor del Rococó que podemos encontrar en otras obras como El columpio o la Madame de Pompadour va a deslizarse por el perfecto equilibrio entre aquel exceso decorativo de la nueva estética francesa. Va a alentar lo que en el 41, criticará un anónimo. Y esto es maravilloso.
La nueva estética no solo irrumpió en los soportales de los pintores del momento, no solo despertó un nuevo ánima en la genealogía pictórica, sino que también fue objeto de crítica y desamparo.
Queda mucho por estudiar de este lienzo y sus influencias, las costumbres atávicas del pintor en la matemática y la perspectiva, la policromía pastosa y diáfana y otros motivos que encontraremos presentes en la posterioridad y más concretamente en la vanguardia, ya mencionada.
Lo que nos queda claro es que Watteau se lo pensó, y que su tendencia creativa es un ápice fundamental para todo lo que vendrá después, incluyendo lo que vino antes.
GALERÍA DE IMÁGENES
BIBLIOGRAFÍA
- Aznar Almazán, Y., & López Díaz, J. (2014). Introducción a la Historia del Arte. Editorial Universitaria Ramón Areces.
- Blanning, T. C. W. (Ed.). (2002). El Siglo XIX: Europa 1789-1914 (M. García Garmilla, Trans.). Crítica.
- Gombrich, E. (2008). la Historia del arte. Per le Scuole superiori. Phaidon Press. Rosenberg, P., Prat, L.-A., Watteau, A., & Royal Academy of Arts (Great Britain). (2011). Antoine Watteau: The Drawings (P. Rosenberg & L.-A. Prat, Eds.). Harry N. Abrams.
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